Si has visto noticias sobre las decenas de movilizaciones y la violencia que hay en Nicaragua y te preguntas ¿por qué empezó ese terror? sigue leyendo.
Daniel Ortega es el actual presidente de Nicaragua, un país que al día de hoy está pasando sus días llenos de movilizaciones por parte de los ciudadanos exigiendo el retiro de Ortega. ¿Pero, por qué piden su dimisión? Nicaragua pasó por la revolución sandinista -Augusto Calderón Sandino, fue un revolucionario nicaragüense extinto en 1934, que luchó en contra de la ocupación de los EEUU-, con la que derrocaron a la dictadura familiar de los Somoza en 1979. Fue entonces cuando Daniel Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) llegó a ser presidente desde 1979 hasta 1990.
En 1990, se transfiere el poder nicaragüense a otra sandinista, Violeta Barrios de Chamorro, pero que se postuló en contra del FSLN, a través de una coalición llamada Unión Nacional Opositora. Hasta la fecha se considera que esta coalición fue patrocinada por los EEUU. Cabe mencionar, que el FSLN, se ha identificado ideológicamente desde su inicio con el comunismo marxista.
Posteriormente en 2007 el FSLN, con Daniel Ortega regresó al poder hasta el día de hoy, pero ya generando dudas sobre su desarrollo como presidente de Nicaragua. ¿Cómo fue que empezó esta ola de violencia? Tras 11 años en el poder, es evidente que hay una mala administración, existe ya un clima de necesidad de cambio, la economía del país está en una situación crítica al grado de no tener los recursos para poder sostener al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS).
El 18 de abril Ortega anunció una reforma a la seguridad social, que consistía en recortar las pensiones un 5% y aumentar las contribuciones de empresas y trabajadores, buscando así recaudar 250 millones de dólares y poder rescatar el INSS. Frente a esta medida el pueblo nicaragüense no tardo en reaccionar en contra y desde el 19 de abril de este 2018 se han visto manifestaciones en las calles. El domingo 22 de abril se retractó de la reforma, buscando calmar el enojo de los ciudadanos pero fue un fracaso.
El pueblo nicaragüense ya no tiene interés en deshacer dicha reforma, le interesa algo mucho más grande, disolver la dictadura Ortega-Murillo. Llevan 11 años bajo el poder del presidente Daniel Ortega y de la vicepresidenta y esposa de Ortega, Rosario Murillo. La postura que han tomado frente a todas las movilizaciones han sido negativas, se resume a reprimir al pueblo por medio de fuerzas paramilitares y la policía que más que nicaragüenses las personas los ven como «policías sandinistas.»
La revolución sandinista que tanto enorgulleció a los nicaragüense se ha desdibujado, ya no es un símbolo de libertad, progreso y unión: estas acciones de represión han dejado centenares de muertos en las calles agravando cada vez más la situación, haciendo de esto la peor crisis política en los últimos 40 años en Nicaragua. Los nicaragüenses ya no quieren saber más sobre el dictador, sólo quieren negociar los términos de exilio de éste, tema con el cual Ortega no está de acuerdo ya que él se ve como un héroe y que Nicaragua le debe mucho.
Ya nadie esta seguro en las calles de Nicaragua, estudiantes, trabajadores, amas de casa, la represión y la violencia es pareja para todos. La Iglesia ha tomado un papel de apoyo al pueblo, ganándose la desaprobación de Ortega y de esa manera el ataque a la misma. También diversos países al ver la situación que está pasando el país reprueban la conducta del presidente y piden que ponga fin a esta situación, mientras que el pueblo tiene esperanza en la presión que ejerzan organizaciones internacionales para poder terminar con esta situación y sobre todo con esa dictadura.
Mientras se espera la respuesta internacional el gobierno Ortega-Murillo no se cansan de calificar como «diabólicos», «terroristas» y «criminales» a todo participante de los levantamientos, así como afirmar que tienen relación con el narcotráfico. Además de mantener la orden de «limpiar las calles» en especial para el pasado 19 de julio que fue el aniversario 39 del triunfo de la revolución sandinista y querían dar una «buena imagen» ante los invitados en el evento que realizaron.
En resumen, tras la dictadura de los Somoza, la revolución sandinista no comprendió, que debía impulsar un país de instituciones que debía sujetarse a la democracia. Uno de los grandes defectos de las revueltas latinoamericanas ha radicado en que la ciudadanía no demanda la creación de normas justas, que no favorezcan únicamente a los gobiernos emanados de los revolucionarios. Por tanto, los gobiernos revolucionarios se convierten en nuevas dictaduras, hasta que los poderes ciudadanos concretan instituciones intermediarias que vigilan contrapesos entre los poderes.
Kiara Flores y Gustavo Pérez
@KiaraIsabel98 | @drgustavoadolfo
dlpoder team