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La llamada cuarta transformación de AMLO se puede cimentar en el deporte

La llamada cuarta transformación de AMLO se puede cimentar en el deporte 

México recupera el liderato deportivo en los JCC

El pasado primero  de julio México fue testigo del triunfo electoral de un movimiento social liderado por un caudillo o líder carismático más que el triunfo de un partido político con una clara ideología y una militancia definida. Andrés Manuel López Obrador prometió muchas cosas, incluso algunas que parecen un tanto disparatadas como que los mexicanos vamos a ser muy felices, que si nos vamos del país,  será por gusto y no por necesidad.

La cuarta transformación a la cual nos invita AMLO, requerirá del concierto de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales de la nación mexicana, comenzando por el choteo del “uno mismo” hasta la reforma de las estructuras políticas y económicas, pero también en la reconstrucción del tejido social, la identidad y el orgullo nacional. No será inmediato y quizás necesitará algo más que los pocos resultados que se puedan lograr durante su sexenio, el capital político que se esfumó de las manos de Fox no debe perderlo AMLO porque en ello se iría “el espíritu santo” de la cuarta transformación.

Un mes después de este suceso trascendental porque llega por vez primera un gobierno de izquierda (de corte social) al poder, otro acontecimiento ha llamado poderosamente mi atención y me hace meditar que quizás la promesa de felicidad que nos hace AMLO no es inalcanzable: México venció en unos juegos centroamericanos y del Caribe a Cuba luego de 52 años de no hacerlo. Dicen que nada se siente mejor que el triunfo y es verdad, la inyección de ánimo que esto puede infundir a la nación no debe ser desaprovechada por los políticos y su propaganda ni por las políticas públicas que bien pueden encontrar una veta enorme de beneficios.

Luego del bochornoso papel de la primera delegación mexicana en unos juegos olímpicos, aquellos desarrollados en París en 1924 donde no se conseguiría ninguna medalla, México propuso organizar unos juegos polideportivos con países centroamericanos y del Caribe para elevar el nivel de competencia en la región, Cuba y Guatemala apoyaron la iniciativa mexicana y en julio de ese mismo 1924 el Comité Olímpico Internacional avalaba lo que hasta ahora representa la competencia regional oficial más antigua del mundo.

Los primeros Juegos Centroamericanos y del Caribe (JCC) se celebraron en la Ciudad de México en 1926, de esa primera edición hasta la décima en 1966 México sería la nación que comandaría las medallas  con excepción de los realizados en La Habana, Cuba 1930 y Barranquilla, Colombia 1946. De las diez primeras disputas México habría ganado en ocho ocasiones (siete con Cuba presente ya que no participó en 1959 por razón de su Revolución) y Cuba en las dos mencionadas. Los JCC sólo los han ganado a la fecha México y Cuba, 12 y 11 veces respectivamente.

La hegemonía de los aztecas se rompería once años después del triunfo de la Revolución Cubana y, decididamente, por el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La adopción del deporte en Cuba como política de estado por su Revolución y el apoyo recibido por el bloque socialista con recursos, entrenadores y metodologías en el marco de la guerra fría, dieron como resultado un crecimiento exponencial del deporte olímpico cubano que, para los JCC de Panamá 1970 le otorgaría el podio a la isla caribeña y que no soltaría en lo que resta del siglo. El dominio de los cubanos llegó a tal punto que para los años ochenta y noventa ni siquiera sumando todas las medallas áureas de los demás países podían sumar las de Cuba.

La caída del Muro de Berlín significó el fin de la guerra fría y el inicio de la descomposición del bloque soviético que culminaría con la independencia de las quince repúblicas socialistas y la disolución de la URSS en diciembre de 1991. La Revolución que proclamó socialista Fidel Castro vio perder en muy poco tiempo a muchos de sus aliados, con lo cual se perdió apoyo comercial, económico, asistencial, técnico y político, además que permitió el recrudecimiento del embargo de los EEUU a la isla con acciones como la ley Helms-Burton Act lo cual hizo caer estrepitosamente su economía. En la década de los noventa, a pesar de todo esto, el deporte cubano y la gran escuela forjada treinta años antes darían sus últimas actuaciones demoledoras.

Once años llevó construir la máquina cubana del deporte (1959-1970) a la caída de la URSS curiosamente serían los mismos once años los que tomarían para que la máquina diera muestras de desgaste (1991-2002). San Salvador 2002, sin contar con la asistencia de los cubanos, resultaría en el regreso de México a la cima de los juegos que ochenta años atrás fundara, lo mismo que ocurriría en 2010 en Puerto Rico, otra vez, sin la participación de Cuba. Sin embargo, las ediciones de 2006 y 2014, en Cartagena y Veracruz respectivamente, dieron cuenta de una muy cerrada pelea entre México y Cuba, en donde inclusive México ya retomaría la delantera en el número total de medallas obtenidas en 2014 (78 más que los cubanos, pero 8 menos de oro que su némesis deportiva regional). En este 2018, la delegación mexicana afianzó los avances demostrados en este nuevo siglo y se proclamó campeón en Barranquilla, obteniendo 30 medallas más de oro y casi 100 medallas más en el total (341 por 242 de los caribeños). Esperemos que sea un buen preludio para los panamericanos 2019 de Perú y para el fin principal que son los Olímpicos de 2020 en Japón.

Las justas polideportivas regionales y mundiales son el escaparate perfecto para mostrar la capacidad de las sociedades y economías políticas mediante competencias no militares. También sirven para mantener la moral pública en lo más alto, lo que se comunica hacia el mundo también se hace al interior de las sociedades. La propaganda política y el aliento de los triunfos deportivos nos dan la sensación de que somos un pueblo fuerte, ganador y capaz, aceita la sana competencia y la convicción de que el esfuerzo humano es recompensado y reconocido. Apoyar la moral pública por medio del deporte lo han hecho los norteamericanos, alemanes, chinos, japoneses, soviéticos-rusos, cubanos, coreanos y una larga lista de regímenes políticos en la historia. Morena tiene ante sus narices la oportunidad de hacerlo.

No estoy insinuando, ni lejos, que el gobierno de AMLO necesite propaganda política al estilo de las dictaduras o los regímenes autoritarios, fascistas o imperialistas. Estoy sugiriendo inicialmente que México tome al deporte como una política de estado, lo cual tendría un impacto en varias de las problemáticas de nuestra sociedad, a la par que alargue el “bono” democrático que se obtiene con las alternancias políticas y los triunfos tan apabullantes como el que atestiguamos el primero  de julio, así como para las transformaciones que se pretenden llevar a cabo.

Robustecer la política del estado mexicano en materia deportiva traería beneficios como: la mejora de la salud pública en uno de los países con mayores problemas de obesidad y diabetes en el mundo, por citar dos ejemplos conocidos; una profilaxis para recuperar a las niñas, niños y adolescentes de las adicciones, la violencia y el crimen organizado; inversión en infraestructura y servicios deportivos con la consecuente creación de fuentes de trabajo; la formación de la sociedad en valores de competencia y superación que da el deporte; y, la mencionada estamina social para la cuarta transformación “pejista”. “Abrazos, no balazos”, “becarios, no sicarios”, por qué no “deportistas, no narcomenudistas”.

Miguel Ángel Gutiérrez Chávez

Lic. en Ciencia Política y Administración Pública y maestrante en GAP por la UNAM

Especialista en Cultura de la Legalidad por FLACSO Sede México

https://www.facebook.com/MicloBegbie  Twitter: @Mikeruck

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