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El segundo piso es un camino de varias grietas | México mágico con Éder Guillén

Desde la ruptura del cardenismo respecto al Maximato, el cambio de manos del poder Ejecutivo federal mexicano representa el final de una era, no la continuidad de la misma. Comienzan a haber signos que expresan que el caso de la transición entre Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum no será la excepción, pese a los pronósticos y críticas que sus adversarios han realizado respecto al no deslinde entre ambos personajes.

El sigilo con el cual López Obrador dejó su casa de Tlalpan el 3 de octubre pasado, en medio de un criticado dispositivo de seguridad es tal, que no se sabe hasta el día de hoy su destino provisional. Algunos medios especulan que ya se encuentra en Palenque, Chiapas, donde un área fortificada le esperaba para darle una atención adecuada de la investidura como expresidente, muy lejos de la presumible austeridad con la que pensaba dejar el mandato. Sin embargo, las noticias son todo lo contrario de certeras. Los rumores se han acrecentado en las últimas horas, cuando ni siquiera su círculo más cercano en la Ciudad de México ha podido contactar al político tabasqueño, quien se propone cumplir con su última encomienda: ser un expresidente que se niegue a la tentación de convertirse en un actor político más, caso contrario a Zedillo, Fox y Calderón, con egos gigantescos. 

No obstante, el huevo de la serpiente se halla entre nosotros. Tener a Andrés López Beltrán, hijo del expresidente, como Secretario de Organización del partido Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), no deja un buen precedente sobre las buenas intenciones de mostrar que la gobernante de México se llama Claudia y se apellida Sheinbaum Pardo. Se espera que el hijo de López Obrador tenga un rol menor en tan amplia cartera, debido a que todas sus labores pueden llegar cubiertas por otras personas, teniendo a un afrancesado Andy como jefe. Ese es el reto de Luisa María Alcalde y Carolina Rangel, presidenta y secretaria general del partido, frente al impacto que causa que el hijo más político del más reciente expresidente sea su compañero en la cúpula más exclusiva.

Para no esperar más tiempo, varios grupos alejados u opuestos al obradorismo arriban al segundo piso de la transformación, sabiendo que la realidad todavía no les pertenece, pero se encuentra en línea de poder inclinárseles a su favor. El caso más notable de esa agónica espera es el de sus otrora titanes, Adán Augusto López, Manuel Velasco, Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, quienes tienen equipos plenos para finalmente aterrizar como legado del obradorato y pioneros de la época posterior a él. Sus más finos y mediáticos operadores, aquellos que se ufanaban de gobernar el país hombro a hombre con un Andrés Manuel guarnecido en sus mañaneras, reconocen que el triunfo arrasador de Claudia Sheinbaum es también una advertencia para quien traicione o juegue al filo de la navaja con los objetivos de la nueva gestión del morenismo. Gerardo Fernández Noroña no entra al juego.

Haber competido con Sheinbaum descolocó a los cinco hombres, quienes fueron derrotados con una aparente claridad en las encuestas encargadas hace un año por la dirigencia del CEN morenista para definir la candidatura presidencial. Principalmente a Ebrard Casaubón, quien ahora, desde la Secretaria de Economía, pasa con amargura no poder tener equipo completo para trabajar en la cartera trascendental en la cual lo han instalado, polvorín debido al fantasma de la desaceleración económica y a la inevitabilidad de una transición todavía incierta con el próximo gobierno de los Estados Unidos. Incluso, sin tener que ver en el rumbo de la política económica nacional del sexenio venidero, el fracaso o la prevención del mismo recaerá sobre la cabeza de Marcelo, quien sigue siendo la primera opción de destitución en caso que se requiera un chivo expiatorio para la crisis.

Otro camino empedrado que atraviesa Ebrard es la pugna por solicitar una versión más ‘light’ de la reforma judicial. En esa misma vía transitan Adán Augusto López, Ricardo Monreal y Manuel Velasco, quienes esperan un viraje de Sheinbaum para finalmente distanciarse de AMLO y acercarse a los mandamases del Poder Judicial de la Federación. Las reuniones o declaraciones de los tres van por una sola ruta: despresurizar la olla de presión que el expresidente tapó durante la ejecución del ‘plan C’. Saben que la Corte está dispuesta a todo con tal de detener la vigente modificación a la ley, sin embargo, conscientes de que sí se requiere tal, promueven un escenario más tranquilo, que permita pilotear tan amplio proceso de una forma más ralentizada, no como la propuesta y votada hace unas cuantas semanas.

En el terreno legislativo donde los tres transitan, tienen que chocar con los alfiles del obradorismo, quienes quieren un trato privilegiado en el reparto de comisiones y diligencias, ávidos de un mayor espacio por haber sostenido en las sombras la pasada administración. Lo que evaden por conveniencia es que, tanto Ebrard, como López Hernández, Monreal y Velasco, eran los pilares públicos de AMLO, quien solamente se encargaba de dar bandazos disfrazados de actos políticos. 

Las grietas con las que se inaugura el paso al segundo piso no son pocas, y la presidenta, diplomática con sus objetivos personales y colectivos instalados, desea colocar su agenda por encima de las demás, priorizando un resultado alentador cuando concluyan sus primeros 100 días gobernando. 

Eder Guillén
Eder Guillén

Eder Jorge Guillén Muñoz 🖋️

@ejgm911

Ciencia Política UNAM

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