El pasado 13 de julio del 2018, mi inicio de Facebook estaba lleno de publicaciones sobre la graduación de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” en Ayotzinapa Guerrero, esto para dar a conocer que sería la misma graduación de los 43 estudiantes desaparecidos hace ya 4 años. Encontrándome muy cerca de la zona donde esto pasó, en la región de Tierra Caliente, Guerrero, no puedo evitar pensar en lo que los familiares y amigos de estos jóvenes estarán sintiendo.
Hace casi 4 años, y se dicen fácil ¿no?, pero la verdad es que no podemos llegar a entender el dolor de un padre, una madre o un amigo al no saber de aquel joven que estaba luchando por ser alguien. Son 4 años de impunidad, de incertidumbre, de indignación, 4 años en los que, poco a poco se ha ido perdiendo la memoria.
Ante esto es inevitable no dar un paseo en retrospectiva a los primeros días en los que se dio la noticia, no quedaba claro qué era lo que estaba pasando, dónde están, qué están haciendo, porqué ellos. Las marchas donde cientos de jóvenes de todo el país reclamaban al Estado una explicación, los paros de diversas instituciones en apoyo al estado de Guerrero, los padres desesperados por encontrar a sus hijos eran la aterradora constante de aquellos días.
Y después, ver lo que ha tenido lugar con el paso del tiempo. El primer año hubo menos gente en la marcha; el segundo mucha menos, el apoyo a los padres se perdió y ese espíritu de búsqueda de justicia también. Tristemente se ha borrado el recuerdo de aquellas vidas que hasta el día de hoy no se sabe dónde están, de la memoria colectiva cual polvo que se lleva el viento.
Más triste es saber que no sólo son 43 estudiantes, son más 32,000 personas desaparecidas, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas por sus siglas RNPED, de 2015 a 2018. Más de 32,000 sueños quebrados, 32,000 familias rotas, 32,000 dudas, 32,000 vidas, que hasta la fecha no se ha sabido de ellas.
Lo que como sociedad nos toca hacer es no dejar que el recuerdo muera, que aquellas personas vivan en nuestra memoria, no olvidar, no perdonar, seguir luchando para que nuestro país sea un mejor lugar. Tener en cuenta que los 43 normalistas de Ayotzinapa son sólo la punta del iceberg y que ya no es la lucha de ellos, sino por ellos.
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Valeria Gómez Balvás, Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la UNAM
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