Sin duda una de las necesidades básicas del ser humano es tener acceso a una vivienda digna y decorosa, que le permita a las personas vivir en un entorno de tranquilidad y estabilidad, dicha necesidad, se encuentra establecida en nuestra carta magna en el capítulo primero, artículo cuarto donde se establece que “Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo.»
Actualmente existen dos instituciones del estado que se dedican a garantizar el acceso a la vivienda a través de créditos hipotecarios. Desde 1972, tanto el Infonavit como Fovissste, han desarrollado diferentes productos que buscan otorgar el acceso de los trabajadores a una vivienda, la primera de ellas beneficia a los trabajadores de la Iniciativa Privada (IP) y la segunda de ellas con otorgamiento de créditos para trabajadores del estado.
Sin embargo y a pesar de estos esfuerzos, aún existe una brecha importante entre la oferta y la demanda que no se ha cubierto, principalmente en los sectores de menor ingreso, ya que estos no cuentan con opciones cercanas a sus centros de trabajo o bien las opciones a las que pueden acceder se encuentran en las periferias de las principales ciudades de nuestro país.
Para ser un poco más claros basta con revisar las cifras que Infonavit ofrece. Según cifras del instituto, al primer bimestre del 2018, la demanda potencial en todo el país ascendía a poco más seis millones de personas, de las cuales casi tres millones, entran en el primer cajón salarial, los cuales tienen sueldos por debajo de las 2.6 uma’s, lo que se traduce en que el 47.20% de la población mantiene un sueldo de 6,370.62 pesos o menos y que por su capacidad económica tendrían acceso a una vivienda con un valor máximo de 352,835 pesos.
Ahora bien, tomemos el ejemplo de la Ciudad de México, según el portal metros cúbicos, el precio promedio de la vivienda en la ciudad es de 22,350 pesos y el número de metros cuadrados promedio es de 106 m2, es decir, que el precio promedio de un departamento en la Ciudad es de 2,369,100 pesos, yéndonos al precio mínimo promedio, el costo de un departamento oscilaría en el 1,535,834 pesos.
Si tomamos la demanda potencial de la ciudad, veremos que existe una demanda total de 1,334,683 personas, de las cuales el 83.76% tienen un sueldo de 10 uma’s o menos, los cuales pueden acceder a un crédito máximo de 781,627 pesos, colocando a este gran nicho de población, en condiciones de no poder adquirir una vivienda en la entidad donde trabajan y evidentemente haciendo que estas busquen opciones en la periferia de la ciudad o en los municipios circundantes.
Y es precisamente este punto al que quería llegar, ya que esta situación genera un gran escozor en gran parte de la población por las implicaciones que se tienen al adquirir una vivienda en los alrededores de la ciudad, afectan directa e indirectamente en la calidad de vida de los trabajadores y sus familias, generando traslados de al menos un par de horas a sus destinos o bien transformando hogares que en un principio eran nucleares, en hogares de familias compuestas o ampliadas.
Ahora bien, este efecto no es igual en todas las ciudades del país, entendiendo que la burbuja hipotecaria del Valle de México ha crecido mucho, pero sí existe un efecto en los cajones salariales más bajos (hasta 2.6 uma’s), en donde el 47.20% de la población, no tiene las suficientes opciones para adquirir una vivienda y en caso de existir éstas, se encuentran en puntos retirados de las zonas conurbadas.
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Mtro. Ricardo Uribe.
Egresado de la UNAM. Gerente de Inteligente de Negocios en Grupo Sadasi. Ex Director de Frentes y Asociaciones en el PAN DF.
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