La innovación es uno de los mantras del siglo XXI y la formación debe sumarse a esta (r)evolución para estar a la altura de lo que un mundo hiperactivo e hiperconectado demanda. Para afrontar todos estos retos, la tecnología se presenta como un aliado imprescindible a la hora de impulsar una educación disruptiva que reenfoque el aprendizaje.
Una disrupción es una rotura o interrupción brusca. La educación disruptiva, por tanto, es aquella que pretende romper con lo establecido para mejorar lo existente. Y son muchos los expertos que piensan que el cambio es necesario y urgente porque el actual sistema es anacrónico, es decir, continúa anclado en el siglo pasado y no responde a las necesidades de la era digital.
Eso es lo que piensa, por ejemplo, Ken Robinson. El británico, una de las figuras más reconocidas del mundo de la educación, señala una y otra vez que mientras que en los últimos 50 años las esferas económica, cultural y personal han sufrido una transformación enorme, los sistemas educativos no han movido un ápice sus programas y sus objetivos.
Curtis Johnson, coautor del superventas Disruptive Class: How Disruptive Innovation Will Change The World Learns, explica que la forma actual de enseñar «es incapaz de educar a los alumnos de hoy en las competencias que han de dominar para desenvolverse en la sociedad digital». Y de ahí, señala, la necesidad de una educación disruptiva que reenfoque el aprendizaje.
Retos de la educación en el siglo XXI
No hay quorum sobre los retos de la educación en el siglo XXI, pero sí aproximaciones como las que se desprenden de informes como 2018 Higher Education Edition del grupo americano NMC Horizon. Este documento detalla algunos objetivos globales, como por ejemplo: personalizar la educación para adaptarla a las necesidades y potencialidades de cada alumno, formar a profesionales que al mismo tiempo sean ciudadanos y, desde luego, dotar a los estudiantes de las habilidades y herramientas sociales y tecnológicas que el mercado laboral demanda.
¿Cómo alcanzarlos? En la innovación está la respuesta. Innovación en los planteamientos, en los métodos y en los formatos. Hablamos, por ejemplo, de la Inteligencia Artificial (IA), la gamificación —que tan buena acogida tiene en las aulas como forma efectiva de involucrar a los alumnos en el estudio mediante el juego—, los profetubers, los MOOC —massive open online courses—, el lifelong learning, el e-learning empresarial y tantas otras posibilidades que ofrece la tecnología educativa.
La educación disruptiva y el papel de la universidad
En la actualidad, el mundo se mueve a velocidad de vértigo y demanda personas curiosas, flexibles y proactivas. Esto, en el caso de la educación, no puede aplicarse solo a profesores y alumnos, sino también a instituciones como la universidad. Históricamente, la universidad se ha movido con lentitud y ha tenido problemas para adaptarse a los cambios, pero ahora vive un momento disruptivo marcado por los siguientes hitos:
La práctica por encima de la teoría
La universidad se enfoca cada día más hacia la adquisición de competencias y habilidades que se adapten a la nueva realidad que a la de conceptos.
El aprendizaje multidisciplinar
Las fronteras entre disciplinas ya no existen. Por ello, la formación debe adaptarse y ser rica para crear profesionales con una visión amplia.
La innovación digital
Alrededor de 800 universidades tienen ya sus propias áreas virtuales para la formación, la colaboración y el conocimiento compartido.
Nexo de unión con el mundo laboral
La tendencia es que las universidades se conviertan en plataformas que conecten a empresas y estudiantes, y que favorezcan el espíritu emprendedor.
La competitividad como prioridad
Las universidades deben ser cada vez más competitivas para transformarse en centros líderes en investigación y en nuevas áreas de conocimiento.
Innovaciones disruptivas en educación
Aunque aún se habla poco de la Inteligencia Artificial en el mundo de la educación, lo cierto es que en los últimos años están surgiendo proyectos en esa área. Un ejemplo es Capaball, una joven compañía que ha desarrollado el primer sistema de Inteligencia Artificial que crea itinerarios formativos personalizados en función del perfil del estudiante. La idea surgió fruto de la constatación de dos realidades: que la educación actual no responde al reto de la revolución digital y que gran parte de los universitarios salen al mundo laboral sin estar preparados.
Pero no solo son empresas. Desde el lado puramente educativo, universidades como la danesa Kaospilot, la norteamericana Minerva o la sueca Hyper Island llevan ya años poniendo en práctica planteamientos educativos rompedores. Por ejemplo: renovación diaria de contenidos, proyectos reales con empresas, ausencia de itinerarios predefinidos, aprendizaje prueba-error en lugar de exámenes y de clases magistrales, aprendizaje basado en la experiencia de alumnos y profesores, metodologías orientadas a explotar el liderazgo y el emprendimiento, etc.
Otro concepto disruptivo es el de hiperaula, un tipo de aula que podría desbancar a la tradicional. Se trata de un espacio innovador caracterizado por una triple vertiente del prefijo híper: hiperespacio, espacios amplios, abiertos y flexibles que pueden reorganizarse para el trabajo en equipo o individual; hipermedia, aulas donde la tecnología constituye un entorno en sí mismo y no un mero apoyo; y, por último, hiperrealidad, utilización de realidad aumentada, virtual, 3D o inmersiva con un alto potencial docente.
La educación disruptiva es un modelo educativo que busca mejorar la educación actual rompiendo con lo establecido. Se trata de un paradigma que se adapta a los cambios sociales y tecnológicos del siglo XXI, y que se centra en el estudiante y en el uso de la tecnología para crear experiencias de aprendizaje más interactivas e inmersivas.
La educación disruptiva se basa en:
La introducción de innovaciones en los procesos educativos a través de las nuevas tecnologías
La autogestión del aprendizaje por parte de los estudiantes
La integración de diferentes áreas del conocimiento
La generación de experiencia práctica y multidisciplinaria
Algunas ventajas de la educación disruptiva son:
Igualdad de oportunidades
Libertad para elegir cómo aprender
Reducción de la presión, lo que ayuda a gestionar el estrés en el aula y mejora el rendimiento
Transformación del docente, de conductor jerárquico a colaborador
Motivación impulsada gracias al clima ameno de interacción
Educación disruptiva: nuevas formas de transformar la educación
David Pérez Heredia
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Según la R.A.E. cuando mencionamos la palabra disrupción, hacemos referencia a una “rotura o interrupción brusca”, podemos decir entonces, que al hablar de educación disruptiva, hacemos referencia a una forma de educación que rompe con lo establecido, interrumpiendo el tradicional modelo de transmisión de conocimientos.
La educación disruptiva está directamente relacionada con los trabajos desarrollados por Bower y Christensen (1995) y posteriormente ampliado por el propio Christensen (2012), en torno a las innovaciones disruptivas. Según estos investigadores, una innovación disruptiva, es aquella que origina un nuevo mercado de valor, rompiendo, sustituyendo o desplazando el que ha existido anteriormente. Así, las innovaciones disruptivas, primero mejoran el producto anterior, interrumpiendo el desarrollo establecido de forma inesperada; posteriormente, esta misma innovación sustituye a lo anterior, estableciendo nuevas formas de comprender un mismo producto.
¿Qué es la educación disruptiva en el ámbito educativo?
En el ámbito educativo, una innovación disruptiva es aquella que rompe con el currículum, las metodologías y las modalidades transmisión del conocimiento, abriendo nuevas alternativas de aprendizaje.
La educación disruptiva permite la introducción de avances e innovaciones en los procesos educativos a través de las nuevas tecnologías y los nuevos usos que se abren en el ámbito comunicativo. La evolución sufrida en la denominación de estas tecnologías, para acercarlas cada vez más a las capacidades del alumnado y los docentes para reapropiarse de ellas, nos ha llevado de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación), a las TEP´s (Tecnologías para el empoderamiento y la participación), pasando por las TAC (Tecnologías del aprendizaje y el conocimiento).
La transformación de los tiempos, los espacios, las metodologías y las jerarquías educativas establecidas desde la propia aula; y, la constante evolución de las tecnologías comunicativas, dan lugar a una combinación que aporta el caldo de cultivo necesario para poner en marcha innovaciones disruptivas, que propicien el desarrollo de nuevas formas de aprendizaje.
El rol del profesorado en la educación disruptiva
El profesorado actual no puede ni debe permanecer al margen de las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías para profundizar en transformaciones metodológicas que aunque puedan encontrar nuevas denominaciones, lo cierto es que han estado presentes en el desarrollo histórico de la pedagogía. Las propuestas de J. Dewey, Montessori, Freinet, Decroly o Freire, encuentran una nueva razón de convertirse en propuestas de aprendizajes para las futuras educadoras y educadores en las escuelas.
Las innovaciones disruptivas parten del concepto del alumnado como constructor de su propio aprendizaje. En este sentido, otorgan gran importancia al respeto de los ritmos personales de aprendizaje, proponiendo el uso de un currículo abierto que garantice el acceso de todo el alumnado a una formación completa, haciéndole crecer personal y académicamente.
Por tanto, para llevar a cabo un proceso de educación disruptiva en nuestras propias clases, nuestra labor como docentes se centra en propiciar espacios que generen nuevas experiencias en nuestro alumnado. Fijarnos en las personas con quienes trabajamos y estar abiertos constantemente a transformar los espacios, los horarios, la metodología y en definitiva, la forma en que organizamos el aprendizaje en clase, para permitir que puedan producirse transformaciones importantes y disruptivas que amplíen nuestros conocimientos, confiando que el aprendizaje, siempre se abre camino desde el interés personal.
Innovaciones de la educación disruptiva
Se prima la práctica a la teoría
¿Quién no ha tenido que aguantar como alumno un sermón infumable para el que después no ha encontrado aplicación práctica? Una innovación lógica y fundamental de la educación disruptiva y moderna es la adopción de un enfoque eminentemente práctico que prioriza el saber hacer antes que almacenar datos inconexos en la cabeza. Cada vez es más relevante trabajar habilidades técnicas de cara al futuro profesional, ya que las empresas buscan a gente que sepa solucionar problemas y brindar servicios antes que enciclopedias andantes.
Es por eso que la mayoría de carreras universitarias y formaciones profesionalizantes actuales incluyan de forma obligatoria o voluntaria prácticas en empresa, para que los conocimientos que se han ido adquiriendo a lo largo de la carrera puedan implementarse en su faceta más práctica.
Aprendizaje multidisciplinar
Aunque esto no haya terminado de calar en personas que se categorizan como “de ciencias” o “de letras”, una educación disruptiva debe romper los moldes en los que se han encasillado las diferentes disciplinas. En muchos programas educativos se presentan materias de estudio como si fueran universos diferentes, cuando la realidad es que el mundo del conocimiento forma una constelación donde las galaxias se solapan unas a otras en infinitos puntos de interconexión.
Esto quiere decir que hay que proporcionar una formación integral y rica en la que se relacionen materias de todos los campos.
Enfoque laboral
Todos sabemos que hay carreras y formaciones ancladas en el pasado que son una verdadera fábrica de parados. Una educación disruptiva debe, no solo proporcionar una oferta educativa práctica que provea a los alumnos herramientas para triunfar en el mundo laboral, sino que debe comprender convenios de prácticas en empresas y bolsas de empleo para facilitar el tránsito del mundo estudiantil al mundo laboral.
A su vez, aunque en nuestro país esta opción goce de menor popularidad, una educación disruptiva debe fomentar el emprendimiento, la generación de ideas de negocio y el desarrollo profesional como autónomo.
Actualización de contenido
Ya no vivimos en un mundo estático en la que las materias educativas permanecen inamovibles ante el paso del tiempo. La sociedad del siglo XXI experimenta cambios continuos en todos los ámbitos, y también en el educativo. Es por ello que una educación disruptiva no puede servirse de contenidos y técnicas educativas desfasadas, ya que, de hacerlo, perdería su esencia práctica y reformadora respecto a la educación tradicional.
De igual forma, la educación disruptiva ha de aprovechar metodologías de enseñanza implicadoras, participativas, motivadoras y estimulantes para garantizar una inmersión profunda del alumnado en el aula.
Uso de tecnología punta
Aunque no debamos despreciar los recursos educativos y los formatos tradicionales como el boli y papel, el mundo actual pide a gritos competencias digitales en los alumnos. Por tanto, una educación disruptiva ha de procurar que el alumnado sienta curiosidad por la tecnología y que aprenda a dominar las herramientas más útiles y modernas que el progreso tecnológico nos va ofreciendo a pasos agigantados. Además, los profesores también deberían digitalizarse y emplear tecnología de última generación para mejorar su metodología de enseñanza e innovar.
Ejemplos de innovaciones tecnológicas de una verdadera educación disruptiva pueden ser: pizarras digitales, realidad virtual, aplicaciones móviles, juegos en línea, asistentes virtuales, herramientas de organización de trabajo online, etc.
La principal característica de la educación disruptiva no es la innovación como tal, sino su capacidad de romper los paradigmas tradicionales sobre lo que se puede o no hacer pero, sobre todo, quienes pueden o no hacerlo en un contexto de enseñanza-aprendizaje.
En otras palabras, hay innovaciones tecnológicas que permiten hacer de manera mucho más eficiente y rápida lo que ya se venía realizando. Por su parte, la disrupción en la educación también suele aprovechar las nuevas tecnologías, pero para lograr lo que nunca antes se ha hecho.
Por décadas, el modelo educativo tradicional estableció los límites del cómo, cuándo, dónde y quiénes en la enseñanza. Si bien esto permitió homologar los planes de estudio, en la otra mano dejó a miles de personas fuera de la educación universitaria, ya sea por cuestiones de distancia, economía o incluso estilos de aprendizaje.
La disrupción en educación es todo aquello que genera oportunidades viables para que estas personas adquieran conocimientos y habilidades que aporten ventajas iguales o muy similares a las que tienen los alumnos del modelo tradicional. Es decir, apunta a un sector de la población que tradicionalmente había sido desplazado de la educación superior.
¿Cuáles son los paradigmas que rompe la educación disruptiva?
alumnos estudiando desde sus teléfonos celulares y computadoras
Para comprender un poco mejor este concepto, analicemos qué nos viene a la mente cuando pensamos en educación universitaria de primera calidad. Difícilmente dejaremos de pensar en aspectos como su elevado costo, su carácter presencial y el hecho de que demanda prácticamente todo el tiempo y energía disponibles de los estudiantes.
Esto tiene como consecuencia que solo una afortunada minoría pueda acceder a ella, lo cual a su vez sigue promoviendo profundas desigualdades sociales.
Algunos de los paradigmas que la disrupción en educación combate son los siguientes:
1. “No todos pueden acceder a educación superior”
Gracias a la disrupción educativa que significó la educación en línea, el paradigma actual ya no es “no cualquiera puede estudiar”, sino “cualquier persona con un dispositivo móvil y conexión a internet puede acceder, al menos, a una buena cantidad de recursos educativos de calidad”.
Esta ha sido una de las revoluciones sociales más importantes de nuestro tiempo. Sin embargo, como veremos más adelante, la educación en línea y todo lo que implica (MOOC´s, plataformas educativas, aulas virtuales, bibliotecas digitales, etc.) está dejando de ser “disruptiva” y se están convirtiendo en la nueva norma.
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2. “Las disciplinas tienen limitantes y deben estudiarse de manera separada”
En este sentido, la educación disruptiva comprendió que el sistema económico y la sociedad actual demandan profesionistas capaces de integrar diferentes áreas del conocimiento y ponerlo al servicio de problemas de la vida real que rara vez están bien delimitados en un solo campo fenomenológico.
Mediante tecnologías y metodologías como el aprendizaje integrativo por proyectos, el learning by doing, las rutas de aprendizaje y la formación transversal, se ha vuelto posible que los estudiantes generen experiencia práctica y multidisciplinaria.
Además, es posible darle el enfoque que ellos consideran mejor adaptado a sus intereses, en lugar de tener que cumplir con un currículum académico inflexible, diseñado para aprender conceptos y no para adaptarse a las nuevas realidades.
3. La educación universitaria tiene como principal finalidad formar individuos económicamente exitosos
Durante décadas, las personas estudiaban una carrera con el objetivo principal de acceder a mejores condiciones económicas. Hoy en día, otros beneficios de la educación superior están cobrando igual o mayor importancia.
Si bien la formación académica sigue siendo una de las maneras más eficientes de tener un mejor nivel de vida, la educación disruptiva apuesta por aspectos como la sustentabilidad, la responsabilidad social, la ética y el desarrollo psicosocial y emocional de los estudiantes.
Por ejemplo, metodologías como el design thinking no solo ponen a prueba los conocimientos teóricos y las habilidades prácticas de los estudiantes, también los llevan a tomar una postura de mayor sensibilidad frente a los problemas y retos que enfrenta su comunidad.
4. Todos los estudiantes deben aprender de la misma manera y al mismo ritmo
Gracias a los avances de las neurociencias, hoy sabemos que puede haber una gran variabilidad entre los estilos de aprendizaje de los estudiantes y esto no tiene absolutamente nada de malo ni de anormal.
Además, el contexto de muchos alumnos puede impedirles destinar dos o tres horas seguidas al estudio, o preparar evaluaciones demasiado extensas, lo cual representaba un impedimento para acceder a la mayoría de las clases y exámenes universitarios.
El aprendizaje adaptativo, el microaprendizaje y la gamificación son tan solo tres ejemplos de metodologías que abren la posibilidad de aprender de otras maneras y que siguen siendo disruptivas, ya que no solo se adaptan mejor a la forma natural en la que el cerebro adquiere conocimiento, también le han permitido a miles de personas obtener certificaciones que no hubieran podido conseguir con educación convencional.
En resumen, mientras que la economía, la cultura y el estilo de vida han atravesado cambios drásticos en las últimas décadas, en muchos sentidos la educación sigue anclada a los paradigmas y metodologías del siglo pasado, mismos que ya no están ofreciendo soluciones reales a las necesidades actuales de los estudiantes
Muchos expertos opinan que la educación universitaria está fallando en la misión de formar profesionistas con las habilidades que se necesitan para progresar en la sociedad digital, por eso fomentar la educación disruptiva es tan importante.
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¿Cómo se relaciona la educación disruptiva con la competitividad de las instituciones universitarias?
Cuando utilizamos la innovación para ofrecer un producto educativo más atractivo al mismo público de siempre, estamos hablando de incrementar la competitividad. Cuando usamos esas mismas tecnologías para ofrecer alternativas a otros segmentos de la población o hacer cosas nuevas, estamos siendo disruptivos.
Muchas tecnologías innovadoras pueden usarse de ambas maneras. Por ejemplo, un software de realidad aumentada de última generación para entrenar cirujanos es innovador cuando una reconocida escuela de medicina lo adopta, pero es disruptivo cuando se utiliza para enseñar anatomía a estudiantes de bajos recursos en zonas alejadas, aunque tenga muchas menos funcionalidades.
Los productos basados en tecnologías disruptivas generalmente son más económicos, simples y convenientes de utilizar pero al mismo tiempo, ofrecen menos margen de ganancia a las empresas.
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿por qué las instituciones universitarias privadas invertirían en disrupción, que se enfoca a un público menos “redituable” y no en innovación, para ganar una mayor porción del mercado de sus clientes potenciales?
El peligro latente de no ser disruptivos
profesor explicando una actividad a su alumna desde su computadora
Uno de los exponentes más reconocidos mundialmente sobre la disrupción educativa es el autor y profesor de Harvard Clayton M. Christensen, quién explica cómo la disrupción tecnológica en cualquier industria puede dejar rápidamente obsoletas a empresas u organizaciones que no la tomen en cuenta.
Aún a la fecha, en el mundo corporativo suele considerarse que es mejor enfocarse en el sector de clientes potenciales que deja un mejor margen de ganancia. En el caso de las universidades, este sector solía ser el de los alumnos con el tiempo y el poder adquisitivo para pagar un mínimo de cuatro años de educación presencial a tiempo completo.
Clayton demostró que mientras más avances tecnológicos hay en el mercado, más peligrosa es esta práctica y pone como ejemplo una gran cantidad de compañías consolidadas y administradas con las mejores prácticas, que, sin embargo, se quedaron obsoletas “de la noche a la mañana” por no invertir en servicios disruptivos y por considerar que estos no afectaban su modelo de negocio ni a su público objetivo.
Cuando se inventó el teléfono, la industria del telégrafo no se consideró amenazada, ya que, en sus inicios, se trataba de redes locales que abarcaban como máximo un radio de tres millas y funcionaban para cubrir las necesidades de comunicación de los residentes locales, no de las grandes compañías ferrocarrileras y bancos, que eran sus principales clientes.
Al poco tiempo, el teléfono comenzó a abarcar distancias más grandes y terminó con toda la industria del telégrafo en cuestión de años, ya que esta no creyó necesario invertir en esta tecnología disruptiva.
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Lo mismo pasó en su momento con las computadoras personales. El nicho “fuerte” de negocio eran las grandes compañías que necesitaban equipos mucho más potentes. Las personas interesadas en una computadora personal eran realmente pocas. Hoy en día, es difícil pensar en la cotidianeidad sin uno de estos equipos.
Ejemplos mucho más recientes son la manera en que Uber afectó la industria del transporte privado, cómo Netflix provocó pérdidas millonarias a las empresas de televisión por cable o cómo la industria disquera sigue recuperándose a marchas forzadas del golpe que representaron plataformas como Spotify.
Algo muy similar ocurrió con las grandes universidades frente a la educación a distancia, que hasta antes de la pandemia siempre pudo considerarse como una “opción disruptiva”.
Antes del Covid, miles de universidades ya estaban tratando de ponerse al día con la educación en línea para no perder alumnos y después de la cuarentena, muchas de instituciones tradicionales experimentaron pérdidas considerables, mientras que la educación a distancia se consolidó como una de las industrias con mayor crecimiento.
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No fue hasta la pandemia que la educación a distancia dejó de ser parte de la educación disruptiva enfocada a aquellos que no podían acceder a una educación universitaria convencional y se convirtió en una tendencia que avanza para convertirse en la nueva norma.
Como puedes ver, invertir en educación disruptiva no solo es necesario para combatir las desigualdades sociales alrededor del mundo, también es fundamental para que las instituciones sigan siendo competitivas, ya que se ha comprobado una y otra vez que lo disruptivo tiende a convertirse en el nuevo paradigma.
