30 millones de mexicanos confiaron en la palabra de Andrés Manuel López Obrador, creyendo que Morena y toda la estructura del nuevo Gobierno federal sería algo totalmente diferente a lo que se había visto en el «periodo neoliberal» (tal y como lo llama AMLO); en todos esos años de priismo a ultranza y de panismo fallido.
La gente se motivó y pensó que un cambio “radical” era necesario para México, sin contar que el personaje, el cual llegaría a la silla presidencial en Palacio Nacional tuvo que luchar 18 años para poder adquirirla.
De alguna u otra forma la psicología humana nos dice que cuando alguien desea algo y tarda muchísimo tiempo en conseguirlo, éste se aferra a eso “que tanto quiere” y cuando lo consigue, entonces su pensamiento despierta una venganza o sobreprotección para no dejar ir eso que fue tan difícil de conseguir.
A 9 meses de Gobierno vemos la venganza que está llevando a cabo el presidente López Obrador con sus “adversarios” y con los “conservadores” mexicanos. A todos aquellos que no estén de acuerdo con sus ideales o formas de gobernar los tacha de “corruptos” o “que no quieren un cambio”.
Teníamos desde 1970 o 1976 que no veíamos un presidencialismo tan tóxico como fueron los gobiernos de Echeverría o López Portillo.
Estábamos cansados de la demagogia priista y del populismo que se creaba con las clases sociales más proletarias en los años del priismo más poderoso en la historia de México.
Pareciera que la gente solamente invocó o resucitó al presidencialismo ultranza que no necesitaba el país en pleno 2019.
La mediocridad en México se está valorizando como un triunfo, y esto no es algo que me estoy inventando o lo “digo por decir”, es algo que se ha ido creando o se ha estado haciendo costumbre en estos primeros 9 meses de doctrina obradorista.
A eso nos estamos acostumbrando: Si el presidente es mediocre (porque sí lo es), nosotros somos mediocres. Si el presidente dice que es más importante el desarrollo del país (no lo veo) y no tanto el crecimiento económico, entonces tiene razón el presidente.
¡Qué barbaridad!
Suena feo y hasta contraproducente, pero es a lo que estamos llegando con esta “cuarta transformación” de México.
Hablando de mediocridad pero en otros términos, podemos ver que el pasado se ha vuelto una parte bastante importante del presente mexicano, o así lo podemos percibir en el Gobierno del presidente López Obrador.
El pasado es el culpable de todo y de la inseguridad o de que no haya un crecimiento positivo en México. El pasado es una herramienta para no echarse la culpa de todo lo mal que se está haciendo en solo 9 meses de populismo barato.
La mediocridad es un factor que se hará común y bastante importante en los siguientes 5 años, por lo cual nos tendremos que acostumbrar a escuchar cada día lo mismo de siempre.
Nos estamos absorbiendo de algo que no es bueno para el futuro de México, nos estamos creyendo grandes, pero en realidad somos muy chiquitos.
Tengo un sentimiento de mediocridad presidencial, el cual se llama Andrés Manuel y se apellida López Obrador.
Ricardo Ortiz Esquivel
Graduated from Moscow State University Lomonosov
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