Los movimientos obreros se fueron endureciendo, creciendo, fortaleciendo a razón de la cínica explotación de parte de los patrones. Y registro el dato desde la Conquista. He visitado las minas en Zacatecas por ejemplo, y ahí cuentan cómo la esclavitud y la humillación para los indígenas eran contantes.
Muchos jóvenes, enfermos, sin ver el sol en semanas, desnutridos, morían en los oscuros túneles y ahí quedaban, olvidados y nunca encontrados. Para no perder su fuente de ingreso, los padres prácticamente vendían a sus hijos para continuar con la carga pesada de las rocas.
El pase de lista al salir de la jornada y las tiendas de raya merecían ese término debido a que los trabajadores no sabían leer ni escribir; y entonces a la entrada y salida de la mina o al recibir su porción de alimentos simplemente dibujaban una raya en donde el capataz identificaba su nombre.
Y de ahí en adelante, los procesos de industrialización, comercialización y urbanización fueron promoviendo la injusta explotación del trabajador. Sin prestaciones, ni servicios médicos, ni seguridad, ni contratos, con sueldos miserables. Se vino entonces la rebelión. Se formalizaron asociaciones convertidas en sindicatos para proteger los derechos laborales de los trabajadores.
Al paso de las décadas los sindicatos son, por lo menos en México, un motivo de retrocesos, de amenazas, de enriquecimiento ilícito, de prepotencia, de presión constante a los patrones, de corporativismo electoral al servicio del mejor postor.
Los nombres de los líderes sindicales en nuestro país manchan la historia, violentan a la democracia y negocian cotos de poder político sin restricciones. Romero Deschamps, Víctor Flores, Napoleón Gómez Urrutia, Agustín Rodríguez, Hernández Juárez, Ayala… han sido y son poderosos personajes, influyentes hombres que se han sabido colocar en la impunidad, en la protección gubernamental y en el ejercicio político/legislativo.
Se han crecido a razón de ofrecer mínimas “conquistas laborales” que dañan más el avance de la producción. Hay trabajadores intocables que no hacen nada, nada en el día pero son inamovibles. Hay trabajadores que heredan sus plazas. Hay trabajadores que sin méritos ni experiencia ganan promociones.
Hay trabajadores que ajustan embarazos, vacaciones y días no laborales para dejar de asistir a sus puestos por seis meses. Hay trabajadores que gozan de la libertad de faltar sin justificación tres días al mes y lo juntan con los fines de semana. Hay trabajadores ligados al hampa, al crimen organizado, al robo de combustibles, al ambulantaje, a los taxis piratas y pasan sus cuotas a los de “arriba”.
Hay trabajadores que secuestran instalaciones universitarias y ahí colocan sus tienditas donde venden de todo, sin pagar impuestos por supuesto. Hay trabajadores que no dan ni un minuto más de esfuerzo laboral porque no está en sus cláusulas. Hay trabajadores que no pueden hacer otra cosa que la que dicta su contrato.
Hay presiones para que por cada empleado de confianza, se contrate a un sindicalizado. Y así podríamos sumar muchos más vicios que dejan en claro que los líderes se enriquecen brutalmente y los trabajadores siguen ahí porque les consiguieron un paquete vacacional barato o les repartieron unos lentes con todo y consulta.
A muchos de los agremiados les han arrebatado hasta la dignidad con tal de conservar su empleo. Y esto y más lo saben en la esfera de las decisiones más importantes de país. Hoy se negocia con ellos para que no bloqueen carreteras, quemen autos, la detonación de petardos contra la policía o no secuestren personas para “financiar al movimiento”.
Hoy se pacta para romper estructuras educativas, para no buscar evaluaciones profesionales, para encontrar los huecos jurídicos y lograr que el empleo sea de permanencia obligatoria aunque no se requiera la plaza.
Sería interesante cuestionar a la gran mayoría de trabajadores si consideran que su líder sea honesto, que viva con humildad y que no, a base de explotar a otros, tenga un registro de enriquecimiento inexplicable. Sería importante preguntar al servidor de limpia que piensa que su líder gaste millones en promocionar su imagen.
Nos gustaría saber qué opina un afanador cuando se entera que su líder le regalo un auto de dos millones de dólares a su hijo y que públicamente reconoce que gana 24 mil pesos mensuales. Qué siente una secretaria que recibe una consulta médica en espera de seis meses pero su líder presume la cirugía plástica que se le practicó en Suiza.
La nación merece ya entrar a ciertos ajustes en estas agrupaciones que por cierto no son auditables. Los trabajadores merecen respeto, consideración, capacitación y dignidad. Nadie les hace un favor entregándoles una vivienda del tamaño exacto de una crujía de penitenciaria, en hacinamiento y sin ventilación, ¿o me equivoco? Y que conste que es pregunta.
Periodista y conductor en TV Mexiquense y TVC Meganoticias
Presidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión.
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