El concepto de Primeros Auxilios Psicológicos (Psychological First Aid, PFA) surge por primera vez en 1954 en un artículo publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association), en donde se reconocía la importancia y necesidad de realizar intervenciones para ayudar o asistir a las personas aliviando el “estrés humano” que a simple vista no se observa, debido a algún choque o pérdida emocional fuerte.
Posteriormente al surgimiento del término, instituciones dedicadas a la salud como del Instituto Nacional de Salud Mental (National Institute of Mental Health), el Instituto de Medicina (Institute of Medicine) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos (Department of Health and Human Services) de los Estados Unidos, comenzaron a realizar investigaciones que respaldaron la idea de que una intervención temprana, breve y enfocada puede ayudar a disminuir el estrés social y emocional posteriores a hechos traumáticos en niños y adultos.
En realidad, es una técnica sencilla que puede aprenderse fácilmente por cualquier persona, y cuyo objetivo principal es ayudar a quienes se han visto afectados -ya sea directa o indirectamente- por eventos potencialmente traumáticos y diversos tipos de crisis, tales como actos violentos (robos, asaltos, secuestros), urgencias médicas (infartos, hemorragias, enfermedades súbitas), accidentes de tránsito (colisiones, atropellos), comunicación de noticias difíciles (fallecimiento o enfermedades graves), emergencias (incendios, encierro en ascensores, incidentes químicos o con gases), desastres, entre muchos otros.
Al identificar que las comunidades escolares son consideradas “poblaciones de riesgo” debido al estrés emocional, se desarrolló una estrategia dentro de los Primeros Auxilios Psicológicos”, denominada “LPC-Model & Teach”, que en español significa: Escuchar, Proteger, Conectar-Modelar y Enseñar, para ser aplicadas en situaciones de crisis. Esta versión de PAP se diseñó específicamente para ser utilizada por el personal de las escuelas o centros educativos, para apoyar a los niños inmediatamente después de un evento crítico (sismo, incendio, accidente, etc), y es un modelo que consta de “cinco pasos de respuesta ante crisis” y que disminuye el estrés inicial de los estudiantes, y de los adultos que apoyarán a tranquilizar a los estudiantes.
Paso 1: Escuchar
En este paso, los docentes o el personal escolar adulto deben brindar a los estudiantes la oportunidad de compartir sus experiencias y expresar sus sentimientos de preocupación, ansiedad y miedo o de otro tipo que puedan tener respecto de su seguridad.
Los docentes pueden hablar con los estudiantes de manera individual si se encuentran en un lugar relativamente privado para hacerlo. También pueden conversar en un entorno grupal. El docente puede iniciar la conversación reconociendo lo que ha sucedido, diciéndoles a los estudiantes que compartir sus experiencias está bien y dejando en claro que la escuela es un lugar seguro para hacerlo.
Paso 2: Proteger
En este segundo paso de intervención, los adultos deben tratar de restablecer la sensación de seguridad física y emocional de los estudiantes.
Pueden comunicarles de manera honesta los hechos relacionados con la crisis, como compartir información sobre los que se está haciendo en la comunidad y en la escuela para que todos estén seguros. Esta información se debe proporcionar de manera apropiada según el desarrollo y la edad. En el aula, o en el ámbito escolar, los adultos deben mantener la estructura, la estabilidad y la previsibilidad, y deben esforzarse por restablecer la rutina, las expectativas y las reglas.
Paso 3: Conectar
Una de las reacciones más comunes al trauma o al miedo es el aislamiento emocional y social y la sensación de pérdida de los sistemas de apoyo sociales. Puede ocurrir sin que los estudiantes o los adultos se den cuenta de que están aislándose de sus docentes o compañeros, respectivamente. El tercer objetivo del modelo es ayudar a los estudiantes a restablecer sus relaciones sociales normales y a permanecer conectados con otros para sentir que cuentan con apoyo social. Restablecer y construir las conexiones fomenta la estabilidad, la recuperación y la previsibilidad en las vidas de los estudiantes. El aula y la escuela del estudiante son lugares seguros para comenzar a restablecer la normalidad durante una crisis o catástrofe.
Paso 4: Modelar conductas tranquilas y optimistas
En momentos de crisis o catástrofes, los niños y adolescentes observan las reacciones de los adultos que representan las formas de cómo pueden enfrentar la adversidad. Este paso del modelo sirve para recordarles a los miembros del personal que sean adultos, en las escuelas, que son un ejemplo para los niños. Aunque los docentes y otros miembros del personal escolar también se verán afectados y quizás no sepan exactamente cómo recuperarse rápidamente del evento, los adultos pueden reconocer su estrés emocional, y es importante que muestren una actitud positiva y optimista para que los estudiantes vean que las acciones constructivas permiten desarrollar fortalezas. Es fundamental para los niños que los adultos les demuestren que pueden manejar el estrés de manera eficiente, independientemente del miedo o de la pérdida que experimenten.
Paso 5: Enseñar
Durante el proceso de afrontamiento (conjunto de esfuerzos conductuales y cognitivos que realiza el individuo para hacer frente a las situaciones estresantes, así como para reducir el estado de malestar que produce el estrés), es importante ayudar a los estudiantes a comprender cuáles son las reacciones normales ante el estrés. El personal de apoyo como enfermería, psicología o trabajo social de las escuelas pueden encargarse de esta tarea.
En los centros escolares resulta indispensable que los estudiantes reciban información precisa o “comunicación de riesgos” que pueden ocurrir, así como sobre las medidas de seguridad, simulacros y maneras de permanecer seguros. El conocimiento de estos eventos y cómo enfrentarlos, ayuda a desarrollar la resiliencia y a afianzar la sensación de sentirse capaz de sobrellevar la situación con mayor tranquilidad y eficacia.
Cuándo implementar el modelo “LPC: modelar y enseñar”
Si bien es un modelo de actuación diseñado para ayudar en eventos de crisis, se deben tener en consideración algunos indicadores para que el trabajo resulte efectivo, y lo más recomendable es observar y analizar las reacciones emocionales, conductuales y cognitivas de las comunidades escolares, durante o después de un evento crítico, como pueden ser:
• Mayor preocupación o temor en relación a la seguridad propia o de otras personas.
• Mayor preocupación o temor en relación a la protección.
• Preocupación por sufrir una separación o temor a ello.
• Preocupación por que el hecho se repita o temor a ello.
• Preocupación por la situación actual.
• Sentimientos de culpa o responsabilidad.
• Sentimientos de impotencia.
• Actitud de aparentar que el hecho no los ha afectado.
• Cambios en la asistencia o el rendimiento escolares.
• Menor concentración.
• Menor atención.
• Cambios en los patrones de sueño.
• Cambios en el apetito.
• Cambios de ánimo (cambios bruscos).
• Cambios en las actividades.
• Mayor irritabilidad.
• Aumento de ataques de cólera o berrinches.
• Mayor retraimiento.
• Regresiones en la conducta.
• Preguntas reiterativas sobre el hecho.
• Conversaciones o relatos reiterativos sobre el hecho.
• Juegos reiterativos relacionados con el hecho.
• Ideas y percepciones erróneas sobre el hecho.
• Mayor interés por la cobertura de los medios.
• Cosas que les recuerdan el trauma (aquello que les hace recordar imágenes, pensamientos, sonidos, sabores, olores, etc. que experimentaron cuando se
produjo el hecho traumático).
• Cosas que les recuerdan la pérdida (aquello que les hace recordar las cosas o las personas que han perdido como consecuencia de la catástrofe o del trauma).
Desde luego, el personal escolar de asesoría, psicología y/o trabajo social puede enseñar los PAP al resto del personal de la escuela, como parte de la capacitación de los programas de seguridad escolar, en esta capacitación se hace necesario incluir los antecedentes y fundamentos de los PAP, resaltando el hecho de que los niños y adolescentes son mucho más vulnerables que los adultos al estrés traumático, a la ansiedad, al miedo y a la confusión luego de un evento crítico. Por supuesto que la capacitación debe incluir los cinco pasos de los PAP para estudiantes y docentes: escuchar, proteger, conectar, modelar y enseñar, incluidos los métodos para implementar estas fases e ideas para enseñarles a los estudiantes habilidades básicas para afrontar las dificultades (Schreiber, M., Gurwitch, R., & Wong, M. (2006). Listen, Protect, Connect—Model & Teach: Psychological First Aid).
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