Se les calificó como la dictadura perfecta, dominaron el espectro político por décadas, permanecían en la atención mundial, fueron escuela y ejemplo. Crearon una maquinaria bien aceitada para dominar los procesos electorales, formaron instituciones sólidas, armaron la instrucción pública nacional, la salud de la nación y la seguridad nacional.
Pasaron entonces al abuso desde el poder, fabricaron sistemas de nepotismo, cubrieron cuotas y cuates, se enriquecieron brutalmente desde los cargos públicos, solaparon a presidentes ineficientes, promovieron la impunidad.
Vivieron un magnicidio que entró por el cráneo de Colosio y pegó al corazón del partido. Vieron asesinado a José Francisco mientras Mario advertía que los demonios andaban sueltos. Levantaban el dedo a razón de los intereses del de arriba, sin importar las necesidades de los de abajo.
Fueron aplaudidores hasta el ridículo y se hicieron cómplices de los malos entre los malos. Fortalecieron una imagen digna de México en el mundo, fuimos reconocidos por nuestro respeto a otras naciones y se aplicaba con pulcritud la no intervención. Prudentes en las Naciones Unidas, enérgicos en reprobar violaciones a derechos humanos e invasiones.
Tropezaron con el 68, no supieron defenderse ante las acusaciones de Ayotzinapa, se callaron cínicamente con los bebés muertos en la guardería ABC. Hicieron del ambulantaje un comercio político. Operaron el sistema público de transporte más eficiente en la historia, el Metro. En la UNAM se preparaban a los mejores cuadros para gobernar y consolidar empresarios de primer nivel.
Y todo esto y más, junto con sus sindicatos y su corporativismo fue el PRI. Una institución que se desparramó, que no supo formar más cuadros, que olvidó a sus bases, que los mismos de siempre estaban donde siempre: en la cima.
De triunfadores a perdedores, de líderes a ser oposición y ahora a ni siquiera demostrar que son limpios para operar sus elecciones internas. José Narro renunció a la candidatura a dirigir al partido y al PRI, lo mismo que la reconocida Beatriz Pagés. De Manlio Fabio un frío y triste: “no votaré en las elecciones internas”.
El PRI se llenó de traidores y hasta de inconformes por qué no les daban “hueso”. Los primeros en reventar los intestinos dale PRI, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, González Pedrero. Luego vendrían las traiciones, Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard, Andrés Manuel López Obrador.
Y ahora la negociación de quienes no tienen ideología, ni principios, ni ética. Éstos, los que están vendiendo al PRI para sobrevivir. Pero son los estertores de una muerte pronosticada. Tenían la última oportunidad para respirar y entre ellos mismos se arrojaron los tóxicos. El PRI en algún momento fue aspiración, hoy sólo se ven despojos.
Carlos Ramos Padilla
Periodista y conductor en TV Mexiquense y TVC Meganoticias
Presidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión.
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