De manera general, las y los docentes en todos los niveles educativos enfrentan día a día grandes retos y desafíos que definitivamente causan impacto en su salud física y emocional.
La docencia es una práctica profesional que exige grandes esfuerzos para captar y mantener la atención de las y los estudiantes, así como cumplir con los estándares académicos de cada nivel educativo, sin perder de vista que es fundamental atender a la diversidad, lo cual se ve reflejado en niveles altos de estrés, problemas de salud a nivel de laringe y faringe (voz), dolores musculares y articulares, entre otros malestares que son frecuentes entre maestros.
En los registros médicos, las mayores recurrencias de consulta entre el personal decente se ubican en problemas cardiovasculares, respiratorios, lumbalgias (presencia de dolor en la región lumbar, es decir, en la espalda y cintura, que con frecuencia se recorre a los glúteos y muslos), cervicalgias (dolor que afecta a la nuca y las vértebras cervicales y que puede extenderse al cuello, la cabeza o a las extremidades superiores), depresión, insatisfacción laboral, ausentismo laboral, pasividad, tensión laboral, estrés, burnout, cuadros que van generando un desgaste físico y emocional en la población docente, mismo que se ve reflejado en su trabajo cotidiano.
Cabe señalar que las y los docentes desempeñan una función primordial en los procesos de adaptación y aprendizajes de las y los estudiantes, y conforman una importante red de soporte para generar sistemas educativos resilientes, por lo cual buscar fortalecer su salud y bienestar es sustancial.
Si bien es cierto que el concepto de “bienestar docente” puede entenderse como algo específico de cada entorno y contexto, fundamentalmente se basa en la forma en cómo las y los profesores “se sienten” y funcionan en sus lugares de empleo, y con las responsabilidades asignadas. Fundamentalmente se consideran cuatro conceptos básicos cuando de medir el bienestar docente se trata: 1) autoeficacia, es decir, el que crean que son capaces de obtener los resultados programados y diseñados para sus alumnos; 2) estrés laboral y desgaste; 3) satisfacción laboral (incluye el salario emocional); 4) competencia emocional.
Desde la perspectiva de la OMS (Organización Mundial de la Salud) la salud mental es reconocida como un “componente integral en el bienestar de los individuos,…el estado de bienestar físico, psíquico y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 2020). De este modo, la salud y bienestar mental se ubica como un factor humano primordial que contribuye al empleo óptimo de capacidades y aptitudes para el logro y consecución de metas, ayudando a encarar y resolver de forma eficaz el estrés de la vida cotidiana, lo que redundará en un desempeño más productivo y satisfactorio para todos.
Datos brindados por la Organización Mundial del Trabajo (OIT), hacen referencia a que la docencia es “potencialmente riesgosa para la salud mental”, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ha señalado a la docencia como “una actividad ambivalente, en la que se puede generar bienestar y malestar”. Por su parte la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ha resaltado “la importancia de atender este aspecto si se quiere calidad en la enseñanza”.
Ante esta panorámica actual, en la que como ya se ha establecido, las y los docentes enfrentan en su cotidiano desempeño, retos para ejercer con éxito su labor, en una suma de situaciones personales y condiciones laborales propias de cada centro escolar, es fundamental tratar de establecer un equilibrio entre ambos aspectos, ya que se agregan también las exigencias naturales de la sociedad del conocimiento como contar con mayor preparación profesional, conocer y manejar innovadoras estrategias educativas, incorporación de tecnología en su trabajo pedagógico, etc., y habitualmente se olvida preguntar a las y los docentes ¿cómo se sienten enfrentando estos cambios?.
Tal parece que se da por hecho pensar que el trabajo de un docente solo radica en el proceso de “enseñanza dentro de un aula”, así como “lograr que las y los estudiantes realicen las actividades propias del aprendizaje”, como si por la sola razón de ser docente les brindará poderes para que ello suceda. La realidad es que no ocurre así, a la mayoría de los niños y niñas en edad preescolar les representa un gran esfuerzo desprenderse de sus padres, y el proceso de adaptación al colegio se prolonga debido a ello; los alumnos de nivel primaria muestran preferencia por jugar y no prestar tanta atención a las actividades académicas, todavía muestran cierto rechazo combinado con temor a las matemáticas y a la ciencia.
Hablemos del manejo del estrés al tratar con adolescentes. En el caso de los adolescentes, son retadores a las reglas y figuras de autoridad, mostrando con frecuencia conductas disruptivas. a estas condiciones también hay que sumar los tiempos reales y efectivos de clase, que la más de las veces son insuficientes, por lo que las y los docentes se ven en la necesidad de preparar materiales en tiempos fuera de horario laboral. Otro factor de peso es el referente a la disciplina dentro del aula, que todo docente busca implementar para construir un productivo ambiente de aprendizaje y un saludable clima emocional y de trabajo académico entre sus estudiantes, y como puede valorarse, todo esto requiere mucho más que “buena voluntad y vocación”.
Es necesario voltear a observar y valorar las condiciones en que las y los docentes realizan su importante labor, considerar que el estrés tiene diferentes caras para manifestarse en las personas, se presenta tanto con afectaciones físicas, psicológicas y sociales, dependiendo como cada persona reacciona a la dinámica laboral de la institución educativa, y cada expresión es necesaria de atender. Los centros escolares requieren empezar a evaluar que no solamente importan los resultados académicos en las y los estudiantes, o bien los aspectos administrativos, la salud de quienes ahí laboran es una piedra angular para el éxito de cualquier institución, bajo la premisa de “cuidar al que cuida”.
Laura Águila Franco
Lic. en Psicología por la UNAM. Me he desempeñado como Psicóloga Escolar por espacio de 20 años, y como Directora Académica en los niveles de Preescolar y Primaria en colegios privados los últimos 15 años.
Formadora de Directivos y Docentes en la Reforma Integral de la Educación Básica (UNAM-SEP, 2009-2010), Participante en el Sexto Congreso Nacional de Primaria 2014 “Desafíos en el Aula”, en la Unidad de Congresos del CMN Siglo XXI.
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