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Más allá de adversarios y fifís, un ecocidio: Tren maya

Ya en octubre del 2018 el presidente López Obrador, afirmaba que el proyecto que conectará por vía férrea a los estados de Quintana Roo, Yucatán, Campeche y Chiapas concluirá en cuatro años.
“Les guste o no les guste a nuestros adversarios, a los fifís y a la prensa fifí, vamos a construir el Tren Maya. Me canso, ganso”

El tabasqueño, garantizó que el poder “no me va a marear, no me va a transtornar”. Lástima que ya era demasiado tarde para tal afirmación.

Este fin de semana, lo volvió a hacer, “llueva, truene o relampaguee, el Tren Maya va”, afirma López Obrador. No le importa el ecocidio, el coste social, o lo inconsteable que resultará una vez que, según sus buenos deseos, llegue a término.

El Tren Maya atravesará, (arrasará) reservas de la biosfera amenazadas ya de por sí por plantaciones industriales de palma aceitera y soja, incendios forestales, tala ilegal y tráfico ilegal de especies animales y vegetales.

El trazado del Tren debería revisarse, consultarse con pueblos indígenas y evitar su paso por las Reservas de la Biosfera.

La idea romántica del presidente es construir un Tren que lleve masas de turistas de sol y playa desde Cancún y la Riviera Maya hasta las ruinas de Palenque y otros centros arqueológicos.

Sin embargo…

Cualquier obra de infraestructura tiene un alto impacto ambiental.

El tren amenaza ecosistemas que garantizan refugio a jaguares, ocelotes, tapires, monos aulladores, monos arañas, cocodrilos, manatíes, loros y guacamayos.

Estas especies necesitan de grandes territorios para desplazarse, alimentarse y reproducirse. Lo que se dificultará al dividir su hábitat en dos partes. No basta construir túneles o puentes para el paso de las especies animales o decir que se utilizarán los derechos de vía ya existentes para preservar la selva.

No todos de acuerdo

La construcción del tren generará inevitablemente ruido, contaminación, extracción de recursos pétreos, obras de cimentación y nuevos centros de población para la obra y posteriores actividades turísticas. Con graves repercusiones negativas.

Comunidades rechazan cualquier cambio de uso del suelo o licencia para el proyecto sin el consentimiento de los pueblos indígenas afectados por el tren.

Lo que está en disputa no se trata sólo de la voluntad de una persona, o de sus intereses.

Las voces de los y las jóvenes se diversifican. Hay quienes ven en el proyecto su salvación para salir de las comunidades y “estudiar robótica”. Por otro lado hay quienes vislumbran la amenaza de convertirse en “esclavos, como en Cancún”.

La inóspita entrada a la ciudad de Tenosique, en Tabasco, invita a no quedarse. Dicen en el albergue de migrantes La 72, “el proyecto del llamado Tren Maya disparará o profundizará los problemas sociales”.

La oferta para que los migrantes trabajen en la obra “es una estrategia, por lo menos mediática, para inhibir la migración”. Los migrantes están de paso y no todos quieren quedarse a trabajar en el sur de México.

“Yo no me quedo aquí”, confirma Verónica, procedente de Tegucigalpa, Honduras.

La única estación prevista en Chiapas está en Palenque, donde los zapatistas han hecho público su rechazo, al igual que organizaciones como Xi’Nich y el Pueblo Creyente.

Más allá de adversarios y fifís

Señor Presidente, esto vas más allá de “sus adversarios”, “los fifís».

Tiene que ver con vidas, con cadenas de sustentabilidad social, con desarrollo económico que no va a tener con un trenecito incosteable.

¡Ya basta de decisiones al vapor! De declaraciones caprichosas y sin sentido, señor. Lea informes, tómese la molestia de escuchar a la gente a la que se debe. De otro modo, cuando caiga en la cuenta de sus lamentables errores, será demasiado tarde, para la flora y fauna, para las personas, su desarrollo y sus empleos.

En un ejercicio de conciencia, por favor: ¡Ya compórtese como Presidente!


Aletia Molina

Periodista egresada de la UNAM

@AletiaMolina1


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