Es el 2022, voy en el coche de mi hermano escuchando esa canción a la que yo le daría la distinción de himno. Canción, que, según mi perspectiva, fue como aquel que se esfuerza y que a la vez tiene la oportunidad (de esas pocas que hay en México) de ascender socialmente en el país que nos tocó vivir; como diría Cristina Pacheco cuando el canal 11 aún era respetable.
Y es que la canción que iba escuchando (nunca mejor dicho el verbo escuchar), podría sugerirse como himno, incluso, sin haber nacido como tal. Supongo que en su momento fue canción de moda, habrá sonado en los antros de aquella época: cuando yo tenía 9 años y seguramente mi hermano de 17 gritaba al cadenero para que lo dejaran pasar al antrillo del momento.
Y es que creo que no solamente la canción, sino que también la película de la que formó banda sonora se ha infravalorado.
“En el 2000” de Natalia Lafourcade y Amar te duele han vivido, casi toda su vida, infravaloradas, y cuando más se valoraron, fue precisamente, cuando no eran nadie; así como sucede con los seres humanos.
Nunca decimos en público que un bebé está feo, lo guardamos para aquellos con los que más cercanía tenemos. Cuando son bebés y no han hecho nada es cuando más cariño le damos a otros seres humanos. A los ancianos con experiencia, por el contrario, en el olvido los dejamos.
En el 2000 no retrata todos los 2000. Retrata el 2000 de México, quizá algo de sus años previos; retrata no a un país como Estado – Nación, sino a un país como conglomerado, a un “yo” colectivo.
Y es que Natalia no habla ni siquiera de ella y sus amigas, mucho menos de su circulo familiar. Habla de ese México que se ha recapitulado (muy bien) en centenares de libros y películas; pero a diferencia de los anteriores, Natalia lo hace únicamente a partir de pequeñas frases que apenas son estrofas.
Lafourcade En el 2000 dice que busca hombres de París, cuando París era más lejano; porque no teníamos Facebook, ni Instagram, nada de la realidad virtual que hoy nos invade; ni siquiera esos mails del pasado que nos mostraban ciudades a partir de cientos de diapositivas.

París era pues, algo muy lejano en la inmensidad de un vaso, pero aun así, o incluso, por ser así, Lafourcade buscaba hombres de París: para alejarse de una realidad nacional que no terminaba por empezar, pero que hoy en el 2022 sigue sin empezar a terminar.
Natalia añade, con un intento de irreverencia, decir algo que hoy no se consideraría mínimamente irreverente: que las mujeres visten gris; usan tirantes transparentes y que es (era) más abierta, ya, la mente. Retrataba pues, no la irreverencia, sino el miedo a ser irreverente en un país lleno de machismo; catolicismo; pero, sobre todo: de autoritarismo.
La canción señala también a aquellas adolescentes enamoradas de aquel puertorriqueño que había cantado uno de los máximos hits en la historia de la música pop, cuya canción – esa sí – era el himno o tema oficial del mundial de fútbol celebrado en 1998, apenas un año después de que el PRI perdiera la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Años después ese hombre recortado en revistas como Eres o Tú, por mujeres con poca historia menstrual, se declararía públicamente homosexual: uno de los pocos hombres abiertamente homosexuales que ha podido despegarse de tantos, más no de todos, los estereotipos. Que, a 22 años del 2000, forma una peculiar familia mucho más funcional que otras que continúan rigiéndose en tradiciones de alguien que jamás nadie ha podido ver.
Natalia continuaba lamentándose por los hombres, lamentándose y sintiéndose vacía por no tener a Gael García. Al joven actor mexicano que la rompió con películas que también la han roto por mostrar la realidad mexicana, esa realidad urbana que, muy pocos en el país de las telenovelas, se habían atrevido a contarnos.
Gael García el chavo que apenas tenía 22 años, pero que ya era un símbolo sexual de la generación y que había protagonizado Amores Perros: la película que había superado cualquier tipo de expectativas; y había sido nominada al Óscar; y que, no habiendo logrado la estatuilla, nos recordaba una vez más, y sin intencionalidad alguna, que seguíamos siendo el país del ya merito; el mismo país, que ya merito también, casi le ganaba a Alemania en los 8vos de final del mundial de Francia.
Para Gael vendrían muchas películas más en su exitosa carrera, como: Y tu mamá también; el crimen del Padre Amaro; o incluso La Mala Educación, películas que también asustaron al público mexicano, pero sobre todo a las élites del poder católico, esas, que durante días, intentaron prohibir la proyección de la película del culero Padre Amaro, por simplemente mostrar la horrenda realidad.
Natalia hablaba también de un aborto de una manera poética, y no, no por ser cursi, sino por no ser literal en un país donde el aborto era cuestión de películas de ciencia-ficción, por no decir que también del diablo.
Y todo cabía, y todo lo ilustraba. Ilustró al país clasista más que racista, que utilizaba vocablos tan hirientes como fresas y nacos, aunque el segundo, por la misma razón no lo mencionara. Pero sí nos señalaba a todos al afirmar vivir en un país de pobres y ricos, y es que ya se evidenciaba que este país carecía de clase media, al final todos éramos, o acabaríamos siendo pobres o ricos.
Si algo evidencia que Natalia efectivamente, supo observar al país en el que vivía, es el haber mencionado que habitaban panistas, sí panistas, los del partido que hoy no tiene liderazgos, pero que en aquel entonces parecía marca deportiva cool, gracias a la primera campaña política en el país más apegada a la publicidad que a la propaganda, efecto de un vato con botas que venía de dirigir la Coca – Cola nacional.
Por cierto, ese botudo, sí había sido irreverente en el país del sistema de partido hegemónico cuando mostró una máscara – en el pleno de la Cámara de Diputados – del que entonces ya era el innombrable: Salinas de Gortari.
Reitero, Lafourcade no se estaba describiendo solamente a ella. Estaba describiendo a todo un régimen, al afirmar que ya no era la infantil criatura, que la inocencia se había acabado. Dejando entrever una adolescencia natural cuando entonaba “la de ese cuerpo extraño, ahora siente el corazón”.
Y es que ese cuerpo extraño, hoy a la distancia no parece tan extraño, era el cuerpo del México adolescente de fines del siglo XX y principios del XXI; cuando México no era una democracia, pero que sinceramente, tampoco llevaba a cabo ya, las acciones del régimen autoritario; pues, aunque el PRI continuaba con la legalidad de sus mandatos, ya no tenía la legitimidad que solo la ciudadanía y la opinión callejera pueden proporcionar.
Todo lo anterior (no la canción como tal) estaba provocando que las élites gubernamentales se dieran cuenta de que pronto los ciudadanos iban a despertar. Y despertaron quizá, mucho más temprano de lo que creían.
La canción describía pues, no solo la vida de una adolescente de clase alta, sino también a los mexicanos y su cultura, sobre todo su cultura política, la cual se continuaba mezclando con valores olor a viejo.
Por otra parte, Amar te duele, no era solamente un producto más de la cultura popular mexicana de un nuevo cine. Me imagino que se salía de la sala de cine diciendo con unas cuantas risas: “está buena”; “la supieron hacer”; etc. Pero, al mismo tiempo, creo que, como los vinos, se volvió más buena con el pasar del tiempo, pues va mucho más allá de la historia de amor entre la rica y el pobre.
Así pues, a 22 años de distancia, reitero que está infravalorada; porque no era la historia de Ulises y Renata, era la historia de los mexicanos; de casi todos, por no decir todos; pero al final era la historia del país sin clase media, del país de ricos y pobres urbanos, salvándose quizá aquellos que aún vivían en tierras rurales; y ello considerando, que estamos hablando de hace 22 años, cuando la población del entonces Distrito Federal no se acercaba a la que es en estos días.
Al final, en la canción Natalia también describe, señala y apunta hacia un régimen y una cultura política hibrida con falta de eficacia en los gobiernos; con falta de participación política; con una extraña cultura política sumisa y obediente; un sistema electoral dubitativo; y un sistema de partidos poco plural: el mismo que hizo a los que pensaban con ideales de izquierda, votar por el partido más apegado a la derecha del espectro ideológico; una cultura política sin rostro que parecía aquella infantil criatura con cuerpo extraño y de la cual, la inocencia se había acabado.
Era el 2000, era el régimen predemocrático, era el régimen híbrido, donde ya tampoco tenían cabida tantas medidas autoritarias.
¿Hibrido? Sí, he escrito híbrido, como hoy a 22 años de distancia nos ha vuelto a calificar el Reporte Global sobre la democracia de la revista británica The Economist.
Al final seguimos en el mismo lugar; al final como cantaba José Alfredo: “la vida no vale nada”.
Columna de Isidro Rangel O’Shea 🖋️
Análisis Político y Electoral
@IsidrOShea
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