La semana pasada fue un mal día para la libertad de expresión, todo porque este gobierno ha
hecho de la Ley del Encaje su instrumento predilecto. No obstante, la enseñanzas del Quijote
(aca tienes la primera parte ) siguen siendo vigentes. Te sorprenderías de lo mucho que
podemos aprender del Quijote, estimado lector.
Aquí la segunda y última parte:
»Si acaso enviudares, cosa que puede suceder, y con el cargo mejorares de consorte, no la
tomes tal que te sirva de anzuelo y de caña de pescar, y del “no quiero de tu capilla”, porque
en verdad te digo que de todo aquello que la mujer del juez recibiere ha de dar cuenta el
marido en la residencia universal, donde pagará con el cuatro tanto en la muerte las partidas
de que no se hubiere hecho cargo en la vida.
»Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que
presumen de agudos.
»Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las
informaciones del rico.
»Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico como por entre los
sollozos e importunidades del pobre.
»Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al
delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
»Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la
misericordia.
»Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu enemigo, aparta las mientes de tu injuria
y ponlas en la verdad del caso.
»No te ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres las más
veces serán sin remedio, y si le tuvieren, será a costa de tu crédito, y aun de tu hacienda.
»Si alguna mujer hermosa viniere a pedirte justicia, quita los ojos de sus lágrimas y tus oídos
de sus gemidos, y considera de espacio la sustancia de lo que pide, si no quieres que se
anegue tu razón en su llanto y tu bondad en sus suspiros.
»Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la
pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.
»Al culpado que cayere debajo de tu jurisdicción considérale hombre miserable, sujeto a las
condiciones de la depravada naturaleza nuestra, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer
agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque aunque los atributos de Dios, todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la
justicia.
»Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna,
tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán
ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida
te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y
delicadas manos de tus terceros netezuelos. Esto que hasta aquí te he dicho son documentos
que han de adornar tu alma; escucha ahora los que han de servir para adorno del cuerpo.
Carlos Campos
Periodista, docente e investigador por la UAQ y por el ITESM.
Es autor del libro “Alevosía” (disponible en Amazon)
Escribe en El Diario de Querétaro