Al artista Jackson Pollock le daba por los trances frenéticos, y salpicar pintura sobre un lienzo hasta ver lo que quería ver, y sentir lo que quería sentir.
Esa manera de pintar es también una manera de vivir. Este Gobierno que tenemos vive en su propio trance, pero sin ningún talento, salvo un instinto para el malabarismo de símbolos que, concedido, no es poca cosa.
El problema es que se trata de un ansia de poder sin la altura para reunir a los diferentes y proyectar algo superior y común a todos.
El poder sin imaginación alcanza para algunas cosas, pero para otras, pues no. Incapaz el Gobierno de avanzar una idea que pueda traducirse en desarrollo, predecible en sus reflejos condicionados, enarbolador de una mediocridad deslumbrante.
Buena parte de su esfuerzo se va en aplacar a los realmente poderosos, y pagar las respectivas aduanas, extorsiones les dicen algunos, para así llegar con permiso a la farsa del 2021, trampolín para su frenesí vacío con pretensiones de eternidad.
Se trata de claudicar para someter, y en la retahíla de sometimientos algunos de ellos lastrarán al país por generaciones, si la inercia se sale con la suya. Está desde luego la claudicación educativa, para entregar todo y más a la Coordinadora, a cambio de que haga lo necesario a la hora de juntar votos. Está la claudicación frente a algunas iglesias, que repartiendo panfletos moralinos se entrenan como estructura electoral.
Está la criminal claudicación frente al crimen, que produce escenas ya propias de guerra civil. Y está, desde luego, la otra mejilla que siempre deberá estar lista para la siguiente cachetada de Trump.
Ninguna de estas genuflexiones les incomoda de más; algunas, de hecho, responden a sus afinidades, pero lo importante es rendir las pleitesías adecuadas, eliminar intermediaciones institucionales, y procesar en el Legislativo las definiciones punitivas que buena falta hacen desde ya.
Para esos amarres sí alcanza, por ahora, pero sin noción de la historia, ni de la economía, ni de la seguridad, ni del Estado, ni de la geopolítica, lo que queda es la torpeza desnuda y un relato muy pobre. Banales y crípticos, siempre indican, pero nunca explican.
Presos en su incapacidad de análisis, y ya no digamos de auto análisis, es improbable que adviertan que ninguna encuesta les dará lo que en verdad anhelan, esa epopeya que ninguna inteligencia medianamente honesta y libre podría entrever en el batidero cotidiano de prejuicios, improvisaciones, inventos y admoniciones bíblicas.
Siempre bajo la mirada vigilante de los fuertes, en este páramo gris profundo se instaura una discrecionalidad des-institucionalizada pero legalizada, presta a blandir los remanentes del Estado cual garrote, cuando haga falta.
Y cuando no, también, porque ya sabemos que la piel hoy en el poder es sensible. Muy sensible.
José Antonio Polo Oteyza
Director General de Causa en Común
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Anpert
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La piel y el garrote: Entre improvisación, terquedad y servilismo del poder
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