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La iniciativa privada se adaptó y no es la excepción

La iniciativa privada se adaptó y no es la excepción

El pasado 5 de noviembre el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, se reunió con diecisiete empresarios, quienes tienen el 92% de los contratos de la construcción del NAIM en Texcoco. Algunos de ellos son: Antonio Gómez, director del Grupo Carso y representante de Carlos Slim en la junta; Hipólito Gerard, de Constructora y Edificadora GIA; Antonio Boullosa, de Promotora y Desarrolladora Mexicana; Guadalupe Phillips, directora de ICA; Carlos Hank Rhon, de La Peninsular Compañía Constructora; por citar algunos nombres.

Es necesario mencionar que el 7.5% de los contratos de construcción fueron designados a 300 empresas cuyos representantes no acudieron a la reunión. El motivo de la junta fue llegar a acuerdos respecto de los contratos, sus respectivas liquidaciones y el concepto “NAIM Santa Lucía”. Además, la próxima administración dejó ver que sus estimaciones con relación a la liquidación por la cancelación de contratos que ascienden a 40 mil millones de pesos.

No obstante, habría que recordar que en tiempos electorales López Obrador, entonces candidato por la coalición “Juntos Haremos Historia”, acusó de corrupción al gobierno en turno y a los empresarios cuyas constructoras fueron sometidas a licitación.

El presidente electo de México vendió el combate a la corrupción como la gran panacea. Felipe Calderón, entonces presidente de la República Mexicana, hizo algo similar: el combate al narcotráfico, que después vino a decantar como la guerra contra el narcotráfico. Esa retórica está más que probada en su fracaso en sí.

Esto enseña a no creer en respuestas mágicas ni en gobiernos perfectos; estar conscientes que al fin de cuentas quien maneja la administración pública, a cualquier nivel, son seres humanos.

Ahora bien, el futuro mandatario criticaba a sus adversarios cuando mantenían reuniones con el sector empresarial pues se pensaba que maquinaban planes perversos contra el pueblo. Hoy por hoy, ese pensamiento queda descartado porque para mantener un gobierno estable se necesita hablar con todos los sectores de la sociedad y llegar a acuerdos. Por el bien de México, López Obrador, presidente electo, ha madurado políticamente, al parecer.

Se espera que siga por la vía de los acuerdos y no por la de las consultas sin sentido que lo único que hacen es mostrar el autoritarismo del futuro mandatario.

Por lo demás, tanto Slim como Hank Rhon –odiados por muchos fieles del próximo ejecutivo- son algunos de los probables participantes en la licitación del NAIM en Santa Lucía y en la remodelación del aeropuerto de Toluca y de la Ciudad de México. Aunado a ello, habría que preguntar: ¿por qué las empresas del magnate Carlos Slim siempre ganan las licitaciones con porcentajes considerables? Hay quien piensa que es porque Slim es corrupto; empero, es tiempo de analizar las cosas de diferente manera:

Probablemente es porque Grupo Carso es una empresa confiable y capaz; quizá es una empresa con experiencia; o tal vez, además de contar con recursos humanos capaces y talentosos, presenta la mejor opción respeto a costos de producción, material de construcción, mano de obra, etc. Es momento de dejar de lado el pensamiento acusador y empezar a pensar de manera diferente; saber que el ganar cuesta y que no necesariamente es producto de la trampa o corrupción.

Estar conscientes que el ganar conlleva un entrenamiento previo que implica tiempo, esfuerzo, energía, vida, buenos y malos momentos que a menudo no son vistos por la mayoría de las personas.

Por último, el sector empresarial reafirma la máxima de la teoría de la evolución: “El animal que sobrevive no es el más fuerte ni el más grande, sino el que se sabe adaptar”. La iniciativa privada se ha sabido adaptar y esta no es la excepción. Ellos saben que esta “mala racha” sólo durará seis años.

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