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Alexis Javier Esperanza

Guerra religiosa en Europa

La guerra Rusia-Ucrania tiene muchas implicaciones, no solo es un parteaguas que nos coloca de nuevo en un mundo polarizado, entre Occidente y dos frentes asiáticos, sino que también se está librando por diferentes flancos: el militar, el económico, político, mediático, pero también el cultural, y para ser más específico, el de una cultura religiosa.

Existe un conflicto entre las iglesias ortodoxas de Rusia y Ucrania, una narrativa que nos hace preguntarnos por el estatus del Laicismo en los Estados modernos y las implicaciones que para el resto del mundo puede tener el dilema entre ser Creyente y ser Ciudadanx.

Desde el Cisma de 1054, las iglesias ortodoxas cristianas han constituido una comunidad religiosa amplia y con formas muy distintivas, para empezar, a diferencia de la iglesia católica, no cuentan con una autoridad  suprema que organice su estructura a nivel internacional (como es el caso del papado), ya que se constituye por patriarcados o cabezas autocéfalas que se tratan como iguales, en un esquema horizontal, respetando únicamente al patriarca de Constantinopla y dotándolo de un título de honor al llamarle ecuménico por la historia que tuvo esta antigua capital del Imperio Romano en el surgimiento de su religión.

La relación de Ucrania con Rusia se remonta a siglos, ya que fue la puerta de entrada del cristianismo, por ello la importancia de la actual capital ucraniana, Kiev, de manera cultural y religiosa para con el pueblo ruso y aún más, con los que son cristianos ortodoxos. 

Iglesia Rusa e Iglesia Ucraniana 

Con la caída de Constantinopla en el siglo XV a manos de los turcos, el príncipe ruso transformó el estatus de la iglesia de Moscú, que hasta entonces era denominada Metropólita y contaba con un arzobispo; en un Patriarcado (una iglesia autocéfala) dotado de un patriarca.

Desde entonces surge un fenómeno denominado la “Sinfonía Bizantina”, un pacto que alude a la tesis cristiana de las dos espadas del Estado, donde en el brazo izquierdo está la iglesia autocéfala que representa la fe, y en el brazo derecho, el gobierno representando el poder.

Este patriarcado ubicado en Moscú, tuvo gran influencia y de hecho regía la fe de los cristianos ortodoxos en parte de la región, incluida la actual Ucrania, que durante décadas fue territorio en disputa por la antigua Rusia Zarista, sobre todo la parte occidental a la que también se le conoce como Galitzia, que no fue anexada sino hasta tiempos de Stalin y de la URSS, y que es una zona de divergencia cultural debido a que la mayoría de su población es ortodoxa católica, ya que están en comunión con Roma desde 1596.

Aunque Stalin persiguió y luego mantuvo bajo su control a la iglesia ortodoxa, llegando a hacer de los arzobispos ortodoxos agentes de la KGB, no fue sino hasta que Putin llega al poder de la Federación Rusa que esta sinfonía bizantina revivió, y con ello la unión entre iglesia y Estado, con lo cual podemos afirmar que Rusia tiene una religión de Estado y no es un país laico. 

Con la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, luego de la llamada revolución naranja que dio un golpe de Estado a las autoridades ucranianas, los sentimientos nacionalistas entraron en choque con el fervor religioso, pues en protesta el arzobispo de Kiev pidió al Patriarca Ecuménico de Constantinopla su independencia de Moscú, lo que se concedió en 2019.

Y esto no dejaría de ser importante por sí mismo, pues marca un cisma en la fe ortodoxa que desde hace siglos no se ve, pues Moscú rompió su comunión con Constantinopla, sin embargo, políticamente es tan relevante que 24 horas después de la creación del Patriarcado de Kiev Putin citó a una junta de seguridad en compañía del patriarca Kirill y al día siguiente este último declaró que “no se puede pactar con la junta militar de Ucrania” y añadió demás retórica sobre el mal que representan para la fe. 

De los 25 millones de ortodoxos que hay en Ucrania, un tercio siguen añadidos al patriarcado de Moscú, aunque es imposible saber con certeza las cifras luego de la incursión militar de Rusia, lo que sí es visible son los discursos de uno y otro líder religioso, mientras que el patriarca Epifanio de Kiev alerta que Putin es el nuevo “anticristo”, Kirill invita a sus fieles a seguir el combate pues el gobierno de Putin es un  milagro de dios y combate a los enemigos. 

Hasta aquí no hay más que otra causa que alimenta el fuego de la guerra, el problema es el proyecto geopolítico de la sinfonía bizantina: intentar hacer del Patriarcado de Moscú el “Vaticano” de la iglesia ortodoxa mundial, algo que nunca ha existido por esta tradición de horizontalidad entre las cabezas autocéfalas. Esta es una alerta para la Laicidad occidental, pues países como Francia cuentan con 300 mil fieles ortodoxos que de triunfar el proyecto estarían divididos entre su estatus como ciudadanos y como miembros de la iglesia en cualquier llamado retórico de choque. 

Insisto en que la religión no es la causa primigenia del conflicto, pero si es una variable más a tener en consideración y en la cual debemos poner atención, pues sobre todo en países laicos o seculares el equilibrio entre lo público y lo religioso se encuentra en un delicado equilibrio que una guerra fácilmente puede estremecer. 


Alexis Javier Esperanza Reyes

Estudiante de Ciencia Política y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Twitter: @JavierEsperanzz


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