Cuando pensamos en política, las primeras cosas que se nos vienen a la mente es despilfarro y corrupción. Se podría pensar que por la época dichos actos ya no serían tan cotidianos y evidentes, porque todo se ve y se oye.
“El que no conoce la historia está destinado a repetirla”
Aquella época de «Cayo» Julio César Augusto Germánico parece estar de vuelta. Ahora somos espectadores de sus acciones y decisiones. El buen Cayo César, mejor conocido como «Calígula» era el Emperador que no tenía límites. Lo que pensaba se hacía, así fuese una locura.
El dramaturgo y filósofo Camus en su obra “Calígula” dice:
“Gobernar es robar, todo mundo lo sabe. Pero hay formas; la mía será robar abiertamente”.
El nuevo Calígula
Al menos los romanos no eligieron a Calígula, era impuesto por linaje. El nuestro lo eligió el pueblo sabio y bueno, 30 millones de ellos. Si antes pensaba que la democracia había muerto con los dioses griegos, hoy en día pienso que la democracia no es más que arma que sirve para lastimarnos.
Nos hemos dado un disparo en el pie, pero como dice un gran amigo «estas son las reglas con las que tenemos que jugar». Ahora toca hacer nuestra parte
¿Cuál es nuestra parte?
La respuesta es ser un contrapeso. Hay destellos de esta forma de equilibrar el poder, en días pasados lo vimos con el caso de la Guardia Nacional. Actualmente con las estancias infantiles y su abandono. Ese es el sendero, hay que caminarlo.
La mejor herramienta que se tiene como Nación para equilibrar los poderes es la Constitución y las leyes que de ella emanen.
Esa Carta Magna debe ser respetada por encima de todo. Este respeto debe hacerlo cumplir desde el Presidente de la República hasta los extranjeros que radican o laboran en nuestro territorio.
Constitución como herramienta de equilibrio
El papel de una Constitución actualizada, fuerte y sin debilidades. Asegura que al menos las garantías individuales se respeten y los excesos no se realicen de una forma legítima.
Asegurando que ante los ojos del mundo los que la incumplan sepan que están cometiendo un delito que daña el buen funcionamiento de una sociedad civilizada.
Semana a semana vemos cómo adjudican proyectos y obras públicas sin licitación, algo que por Ley está claramente prohibido (salvo en ciertas circunstancias).
Vemos cómo hacen propaganda partidista con las Secretarías y las Empresas Federales, vemos persecución política a funcionarios que por no pensar cómo lo dictan en presidencia son calumniados y la lista sigue.
Esto sólo disminuirá si hacemos que las leyes se cumplan y si es necesario debemos hacer leyes más fuertes, que eviten cualquier laguna que se pueda usar en contra de una soberanía.
No dejemos que la balanza se incline hacia el lado de las ocurrencias. Seamos un contrapeso, uno inteligente, cada uno desde su trinchera. Las voces siendo una son escuchadas; trabajemos con armonía, fuerza y orden.
Abi Ayalón Téllez Hernández
Asesor Político
Economista por la UNAM
Twitter @ABI_A7
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