Los llamó “prensa liberal” y apuntó contra ellos. Acusados de construir y difundir fake news, los medios de comunicación se enfrentaron como nunca a un político muy diferente de los que habían conocido.
Este hombre sonriente ganó en las urnas apoyado más por las emociones del pueblo que por el voto razonado.
Así fue como Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos. Y también como muchos otros políticos han alcanzado escaños en los tiempos de la posverdad. Porque ahora, vale más lo que parece ser, que lo que de verdad es.
Diversos estudios revelan que este fenómeno conocido como posverdad puede ser la clave para explicar como en diversas partes del mundo, han existido decisiones ciudadanas que contra toda lógica y desafiando al sentido común, resultaron en cambios radicales de sistemas políticos, modelos económicos e incluso dinámicas de consumo.
Y no hay que dudar que en política se puede amar y odiar al mismo tiempo. Ya que cada vez las emociones juegan un papel más importante en cómo la sociedad percibe su realidad. En todo esto, la posverdad puede ser una mentira que se torna en verdad o incluso una mentira aceptada como mentira, pero abrazada por la gente y cobijada por sus creencias.
Si bien en la posverdad se pierde la noción entre hechos y opiniones. Es necesario aclarar que el prefijo “pos” no significa que vivamos en un lugar donde desapareció la verdad. A lo que se refiere es que en nuestros días, el rol que juega la verdad dejó de ser el más importante y preciado. No importa que algo o alguien sea verdadero, importa más cómo nos hace sentir o cómo lo percibimos.
En este sentido, oponemos menor resistencia ante decisiones que entran en el marco de nuestros gustos, deseos y creencias. Le damos más peso a estos criterios y sentimientos, que a los que asumimos como verídicos o comprobables. Actualmente las fake news pueden literalmente ser todas las cosas dichas por los contrarios, pues se ha generado un escenario complejo en el que parecieran existir muchas verdades: tu verdad, su verdad, nuestra verdad. ¿Pero cuál es la verdad?
Los riesgos de este fenómeno los provoca el ceder todo a la emoción
Emoción para elegir, emoción para decidir, emoción para opinar. Para la gente, el tamiz del “lo que yo creo” es la herramienta más poderosa para aceptar, rechazar o concender. Y como lo vemos muchas veces en las redes sociales, si no se está de acuerdo con el mensaje de alguien, no se ataca ese mensaje sino a ese alguien.
La posverdad llegó para quedarse y así como en Estados Unidos, Trump reventó las encuestas haciéndose del poder en hombros del nacionalismo y sentimentalismo americanos.
En otros países, se construyen nuevas narrativas políticas que abogan a influir en el electorado con anzuelos dirigidos a los miedos, odios, creencias, expectativas, anhelos y valores arraigados en la gente. Lo ocurrido en Gran Bretaña con el Brexit, es un claro ejemplo del nivel de influencia que pueden tener las emociones en la gente al momento de decidir.
México también vive su propia versión de posverdad, donde los mensajes naufragan en noticias que luchan por ser más o menos creíbles; políticos analizados por sus buenas o malas intenciones, e incluso, rasgos de identidad o contraste que posean o no un diputado o senador. En esta posverdad las mentiras se destruyen y construyen a diario… pero las verdades también.
ENTRE TELONES. Para un dinosaurio convaleciente, nada como un buen doctor. Y más si el galeno es alguien con experiencia probada como José Narro Robles. El médico y político priista busca revivir al tricolor que se encuentra en la lona, pero sería una lástima que las medicinas que tanto necesita el PRI hubieran sido compradas durante el sexenio pasado a empresas corruptas que al parecer inflaban los precios.
Miguel Ángel Sosa
Twitter: @Mik3_Sosa
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