¿Cómo ha evolucionado la corrupción en nuestros tiempos? Alfonso León de Garay explica estos temas en la columna.
Una tubería con muchas fugas
La corrupción es una tubería con chorrotes, chorros y chorritos que, mientras no se alineen los distintos poderes, jamás se logrará combatir. Todos voltean a ver al Ejecutivo y se enfocan en las grandes fugas, como las que se pueden dar en obras o inversión pública y en áreas de contratación.
Hay muchas fugas que no necesariamente son de gran magnitud, pero que en su constante salida, ya sea de chorrito o por goteo, en aquellos cajones de poderes de orden o nivel diferente al del gobierno federal, y que se dan hasta en los trámites más simplistas, a la larga suman grandes importes.
En tanto no se logre que quienes aplican las leyes, quienes las diseñan y establecen, estén en la misma tesitura de aquellos que están en la mira del ojo que juzga ciegamente al conjunto sin discriminación, como actores del ámbito corruptor, es decir, a los involucrados en el poder ejecutivo conocidos como funcionarios, servidores públicos, burócratas y otros atribuibles; entonces, NO será posible abatir el mal que aqueja a propios y extraños.
Si no se juzga y alinea a los tres poderes de la Unión, la corrupción no se extinguirá.
Leyes, juzgadores (y vigilantes), más ejecutores de la aplicación de los recursos públicos se encuentran muy lejos de ser un todo en este combate. Cada uno camina a veces convexo a veces convergentemente, en el mejor de los casos en paralelo y cada uno tiene aparejado en sus tuberías el mismo mal.
Hablando de niveles, entendiendo que nos referimos al federal, estatal y local (municipios, alcaldías, etc.) también existen fugas, filias y fobias. Pero por encima de lo evidente, hay un sin número de casos o acciones que también se consideran fugas, por ejemplo: un empleo para el que no se está capacitado, una decisión sin mediciones, programas sin seguimiento, acciones por consenso pero sin métrica, directores sin responsabilidad y apego a sus funciones, atribuciones no cubiertas o sin ejercicio, y muchas más que si son tabuladas significan gran pérdida de la inversión que es el impuesto pagado por el ciudadano.
Sobre la corrupción
En la actualidad el Sistema Nacional Anticorrupción es complejo de entender, operar y mucho más de implementar. Los estudiosos inmersos en la materia son los más entendidos en el gran laberinto de la aplicación del andamiaje normativo aplicable dentro de los procesos de revisión y vigilancia.
Y, en muchos de los casos, ni ellos mismos conocen en su totalidad el sistema y su engranaje o interacción; es cierto que hay muchos estudiosos, pero no tantos como funcionarios, responsables del cotidiano ejercicio de los recursos al desempeñar sus funciones de gobierno de frente al ciudadano qué, dicho sea de paso, ahora también está considerado dentro del Sistema y es susceptible de ser revisado y sancionado.
Hay una imperiosa necesidad de que de la misma forma los órganos revisores alineen sus miras en torno a un solo objetivo, una meta, un accionar revisor preventivo o correctivo.
Consultando a los expertos en materia de fiscalización, hay al menos entre 4 y 6 órganos de fiscalización que pueden en distintos momentos aplicar una auditoría o revisión con miras de fiscalizar; esto no todos lo conocen y, los que lo hacen, tampoco dominan el campo de acción de cada uno y sus alcances. La parte negativa de este modelo es que, tapa fugas, pero no cambia tramos, tuberías o inclusive diseños hídricos (para seguir con la metáfora).
Sí es correcto sellar fugas, fumigar algunos rincones de aquellos cajones mencionados, pero también lo es el capacitar, promover, dar a conocer, generar conciencia colectiva, implementar planes y programas de diseño e implementación de sistemas de control y corrección de rumbos.
Hay una muy basta dimensión de aplicación de muchas metodologías que previenen y disuaden conductas erróneas, acotando márgenes de maniobra, pero incentivando el buen accionar, las buenas prácticas y alcanzando un alto nivel de gobernabilidad.
La tarea es titánica pero fructífera, hay mucho campo por arar y es mejor que seguir vertiendo agua en el desierto como hasta ahora lo es la vigilancia sin visión del campo y la presa o el mal que se pretende eliminar.
Es indispensable que los poderes transiten y coexistan en el sistema con un solo fin, una sola aplicación y una limpieza interna de sus organismos como preparación para la lucha conjunta. De otro modo, solo será combate a perpetuidad.
Alfonso León de Garay Montoya
Ex funcionario estatal, local y federal; consultor asociado en temas organizacionales de alta dirección pública. Egresado del Programa de Alta Dirección de Dependencias y Entidades Públicas. Maestría en Administración Pública y Especialidad en Contrataciones de Gobierno.
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