El año pasado leí el libro de mi querida Adriana Páramo: “Amor versus codependencia.” Resulta que el texto no es para nada un libro rosa, escrito para únicamente para mujeres. De hecho, me da pena admitir que me vi reflejado en muchos de los casos que la autora señala.
La tesis principal del texto, el cual no dudo en recomendar para todo el público, es que las personas vamos haciendo selecciones de vida a partir de nuestro contexto formativo. Es decir, que las carencias que de niños sufrimos, tarde o temprano se descomponen y se reflejan en la personalidad que proyectamos de adultos.
Esta es una teoría psicoanalítica clásica, que fue desarrollada por Freud a finales del siglo XIX e inicios del XX. Los adultos llevamos en mayor o menor medida a un niño reprimido, que muchas veces se deja ver en nuestras actitudes más irracionales: Los berrinches, los comportamientos melancólicos, los delirios de superioridad, el narcisismo, la depresión, las relaciones destructivas y hasta los lapsos psicóticos.
Me llama la atención, cómo es que el sobrino de Freud, Edward Bernays describió en su obra “Propaganda” de 1928, cómo es que históricamente los gobiernos se las han arreglado para ejercer un control sobre las masas. A través de la manipulación de la información, el contubernio con los medios de cada época y del dominio de las técnicas para orientar la psicología de masas.
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Tras el triunfo colosal de Morena, con el tipo de propuestas estatistas presentadas; nos lleva a reflexionar sobre lo que está en el subconsciente de las masas en México: Un estilo de gobierno, que posterior a 1924 dio al país la anhelada pacificación post-revolucionaria, tras centralizar al fin el poder en un sólo hombre (Obregón).
Sobre la base de la educación y el simbolismo, la veneración del partido hegemónico creó un subconsciente colectivo: Las instituciones sociales eran creadas por la gracia del partido dominante. Un gobierno que se convirtió en lo que, en 1979, Octavio Paz llamaría un “ogro filantrópico,” un papá vigilante y prusiano; es decir, que castigaba pero que también premiaba.
La masa mexicana se expresó en una jornada electoral memorable el pasado 2018. La decepción de la alternancia democrática se hizo evidente. Los sexenios con gobiernos y poderes divididos, terminaron de momento. La ciudadanía retornó a la sensación de alivio que le causaba tener la imagen de ese gobierno paternal, cuyo poder es ilimitado.
A Morena le tocará operar, al menos, tres años de poder absoluto para echar a andar los cambios que ofreció a la ciudadanía. Y cabe decir que si su estrategia de marketing continúa tan bien como lo han hecho, probablemente repetirán otros tres años, para concluir con un sexenio favorable en los Congresos y la mayoría de los Estados.
Sería un error que la sociedad se desentendiera, que dejara a la deriva al gobierno de Morena. Necesitan escrutinio, sí; pero necesitan más cooperación activa por parte de los ciudadanos: No por el grado de legitimidad que alcanzaron en las urnas, podrán alcanzar sus metas solitariamente. La desgracia en Hidalgo, nos refleja que la sociedad no atiende el llamado a las buenas costumbres al que nos invita el Gobierno Federal con su cartilla moral.
Este regreso hacia un estado de partido mayoritario, nos deja en claro que la sociedad quería realmente darle todo el poder al gobierno, para que así tuviera fuerza de sobra para combatir los grandes problemas. Porque en el fondo somos codependientes de poderes institucionales inmensamente autocráticos, o paternales siguiendo el texto de Adriana Páramo, para solucionar lo que la sociedad por sí misma no quiere asumir como sus propias responsabilidades, traumas y errores.
Dr. Gustavo Adolfo Pérez Rojas
Analista político, autor, consultor en campañas políticas y profesor universitario.
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