La ciencia podría ser un gran apoyo para la música y los compositores. Algunas estructuras y fenómenos musicales son susceptibles de analizarse desde las matemáticas, neurociencias o estudios cognitivos. Esto lo afirmó Pablo Padilla Longoria, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) de la UNAM.
Hay muchas herramientas metodológicas, de creación y de análisis que proporcionan la física y otras disciplinas. Estas pueden ser incorporadas a la composición, sus efectos y ejecución.
Hay grupos de investigación que abordan, mediante tecnologías digitales, de ingeniería y musicales, la reconstrucción histórica y arquitectónica de ciertos espacios a partir de la acústica, como el caso de iglesias o recintos antiguos.
El objetivo es reconstruir la sonoridad original de los espacios y saber cómo se escuchan diversas obras musicales en el momento en que fueron estrenadas por sus autores.
Además, la ciencia ayuda a comprender de una forma diferente la música: como un fenómeno acústico; al ser un sistema complejo no lineal, cada instrumento tiene una determinada huella acústica, sus propios tonos, armónicos y frecuencias.
De ahí que al combinarse dos o más instrumentos en una melodía generen frecuencias que integran un nuevo ente que depende de la suma de instrumentos y de los músicos, un sistema vivo capaz de transmitir emociones.
La importancia del análisis musical, desde cada uno de sus componentes y como un todo, es trascendente porque el factor humano juega un papel peculiar. Pues el músico genera propiedades emergentes que no sólo dependen de las notas que salen del instrumento.
Algo contrario ocurre con la música de sintetizadores, que armoniza sonidos de distintos instrumentos sin ejecutantes reales; se trata de una suma lineal de componentes que carece de emociones, finalizó.
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Con información de
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