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Biden, Orwell y su Ministerio de la Verdad

El control de “La Verdad” es una de las herramientas más poderosas en el ámbito de la política, quién decide qué es verdad y que no, qué está bien y qué cosa debe prohibirse, tiene en sus manos la capacidad de crear y destruir narrativas a voluntad.

En su famosa obra, 1984, George Orwell describe una distopía muy cercana a la realidad actual, un gobierno de partido único con un “Ministerio de la Verdad” o Miniver como también se le llamaba; encargado de rectificar, generar, corregir y eliminar distintas verdades con el fin de ofrecer “La Verdad” del régimen y con ello dar congruencia al lema del partido “La Guerra es la Paz, la Libertad es Esclavitud, la Ignorancia es la Fuerza”.

No tan lejos está esa distopía, pues hace unos días, la administración de Biden en los Estados Unidos, anunció por medio del secretario de seguridad, Alejando Mayorkas la “Junta de Gobernanza de Desinformación” del Departamento de Seguridad Nacional, la cual tiene el propósito de “combatir no solo la amenaza electoral, sino toda amenaza a la seguridad de la patria”.

El significado tácito es denunciado incluso por republicanos como el gobernador de Florida Ron DeSantis quien afirmó que “la creación por parte de la Administración Biden de una oficina de ‘desinformación’ dentro del DHS es efectivamente un Ministerio de la Verdad que es ajeno a nuestra tradición constitucional”

 Es una amenaza declarada a la “desinformación”, lo preocupante es cómo y quiénes determinan que es información verdadera y qué son fake news, el dilema, como siempre, es ¿quién modera al moderador?

La pandemia de Covid-19 que acabamos de vivir, nos dio cuenta del despotismo en muchos gobiernos que se consideran liberales; los encierros obligatorios, las medidas coercitivas en torno al uso del cubrebocas e incluso la violación a derechos humanos nos muestra de lo que son capaces algunas administraciones con tal de velar por sus principios dogmatizados.

A pesar de que las redes sociales son consideradas empresas particulares, las cuales pueden imponer reglas, términos y condiciones que de no aceptar, la opción más fácil sería el no usarlas, el problema es que al ser un nuevo espacio de convivencia, de intercambio de opiniones y una plataforma vital para toda persona que quiera ejercer un papel público, su regulación es de interés.

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En México ha sonado la idea en el Congreso de crear una fiscalía especializada en la atención a redes sociales, un mecanismo mediante el cual se obligue a las empresas trasnacionales a respetar las normativas y derechos de que consumidorxs/clientes/usuarixs mexicanxs gozan. Por supuesto, en la materia no ha habido gran avance en materia legislativa, tan solo hemos tenido reclamos del presidente López Obrador a estas empresas por la censura y la permisividad de granjas de bots

Libertad de Expresión o Libertad de Mentir

En una sociedad informada y plural, el temor a las mentiras y al engaño no es el mismo que en una sociedad conservadora y de una hegemonía predominante e impositiva. En materia de tolerancia religiosa, por ejemplo, el hecho de que se respete la libertad de conciencia implica que pueden, en un mismo espacio (público), convivir diferentes credos o formas de pensar sin la necesidad de que todos acepten la ‘verdad’ de lxs demás, sino que basta el respeto y tolerancia necesarios como para coexistir. 

La analogía es válida, pues que hay más descriptiva que la cosmovisión religiosa, el hecho fundamental del cual partimos, en el cual basamos nuestra línea ética y quizás, muchas de nuestras metas. Por ello, si una persona que cree en una división tajante entre lo ‘bueno’ y lo ‘malo’ pueden soportar que otras personas vivan su vida como quieran, siempre y cuando no interfieran con su individualidad ni derechos, ¿por qué en el ámbito secular no se puede tolerar que alguien tenga una verdad diferente a la nuestra?

La gravedad del asunto es que ni siquiera es un sistema que se justifique en un proceso de denuncias por la comisión de un delito o infracción que amerite la sanción, en este caso de censura, sino que es el gobierno de un país, quien catalogará en una lista lo que es “verdadero” y todo lo demás lo coartará, invisibilizará o tratará, en pocas palabras, de eliminar. 

Particularmente, las redes sociales, en específico Twitter, se han vuelto un espacio donde puedo socializar mi pensar, donde puedo esbozar ideas que requieren de mayor tiempo e información para terminar de definirse, y donde, algunas veces, por las dinámicas de la hiperinformación y desinformación, se puede caer en dinámicas de fake news.

En procesos electorales, hay órganos de gobierno o asociaciones que se dedican a clasificar la información de redes y medios, con el fin de alertar sobre la desinformación, con etiquetas que verifican o ponen en duda la información emitida, pero no con la completa censura de las diferentes verdades que ahí se dicen. 

El precedente que sentó la censura en medios estadounidenses del presidente Trump cuando acusaba de haber sufrido un fraude electoral es el ejemplo que mejor refleja mi pensar, en vez de haberle cortado, censurado, cancelado la voz, a la vez que desahogaba su mensaje desde la Casa Blanca, hubiera bastado con alertar con un cartel o banner, como si lo hicieron algunos medios, sobre la posible desinformación que el Ejecutivo estaba difundiendo, y, si quieren, por responsabilidades legales, deslindarse como empresa de comunicación de cualquier vinculación con la posible retórica mentirosa que ahí se estaba transmitiendo. 

Porque, si nos ponemos a reflexionar, de las muchas mentiras (que desde una posición “objetiva”) decimos al día, ¿qué sería de nosotrxs si nos censuraran por contar NUESTRA verdad?


Alexis Javier Esperanza Reyes

Estudiante de Ciencia Política y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Twitter: @JavierEsperanzz


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