Para algunos, diez meses se han ido muy rápido, para otros son una eternidad y para otros fue el comienzo de perder su trabajo en la IP o en el sector público debido a la inestabilidad económica, fuga de capitales de empresas trasnacionales o la reducción de plazas en el Gobierno federal.
Diez meses que nos han enseñado que hay un cambio bastante radical en México, pero que la película se parece a una ya antes vista en uno de los pasajes más retrogradas en la historia del país.
Se habla de una “cuarta transformación” que ya es cotidiana para todos los mexicanos y que se está tatuando en la piel de cada uno de nosotros, aún y cuando no lo queramos.
La llamada “transformación” pareciera más una utopía que una realidad, pues en seis años es imposible alcanzar una cosa de esa magnitud en el país que vivimos.
Creo más bien, que ese proyecto fue para ilusionar a millones de personas que estaban cansadas de los políticos basura que hemos tenido en los últimos 20 años. La gente se lo creyó y pensó que era ya hora de que México tuviera a un hombre que había luchado más de 18 años para tomar la Silla Presidencial de Palacio Nacional.
Poco a poco se han estado viendo las maneras de gobernar del nuevo presidente, y pareciera que muy rápido ha mostrado el cobre: es vengativo, enfermo de poder, ególatra y caprichoso. ¡Uy, perdón! Creo que me excedí, pero es mejor dar una opinión franca a una que es totalmente a modo.
El presidente López Obrador está demostrando con sus actos, sus acciones y sus declaraciones que nadie puede arrebatarle el poder que tanto soñó por más de 18 años.
Sus mañaneras son una forma de decirle a todos los mexicanos que él es el presidente y que está ahí para que lo vean. Su forma tan discreta de ir quitándole la autonomía a los Poderes Legislativo y Judicial, para poder ser lo que tanto presumió la señora Irma Sandoval en una entrevista para Milenio TV: “AMLO es el Estado”.
Utiliza a la bancada de Morena para hacer y deshacer todo lo que él quiera, aún y cuando es lógico que puede representar un retroceso para el país. Un ejemplo bastante claro es la nueva Reforma Educativa, la cual fue diseñada específicamente para entregarle la educación a unos individuos que se hacen llamar “profesores”, pero más bien parecen unos flojos profesionales (CNTE).
De igual manera utiliza a la SEDENA para su capricho que se llama Santa Lucía y tacha a las personas que no quieren a su aeropuerto como “conservadores” o “adversarios”. Defiende al Lago de Texcoco, cuando se sabe perfectamente que ya ni es lago y ni hay aves, es sólo un basurero.
Los datos que salen de las instituciones federales no son los correctos, sino los que dice el presidente o piensa que dice. Su terquedad es infinita y no quiere escuchar consejos ni de sus más allegados secretarios o de alguien que se lo dice para que no haya riesgos en un futuro.
Las mentiras se están volviendo un hábito que las transforma en sus verdades absolutas; él no se equivoca, los demás sí. Los mentirosos eran los del pasado; los que están en el presente son los buenos, pero al saber que Manuel Bartlett es parte de su equipo, entonces hace dudar en todo lo dicho.
La fórmula del presidente debe cambiar, ya es cansado y poco creíble todo lo que dice constantemente en sus mañaneras o en sus giras presidenciales al estilo Echeverría.
Su formula de culpar al pasado de todo + mentirle a la gente y crear populismo barato, no está sirviendo en nada a lo que se refiere al proyecto de nación que él mismo está promocionando. Su Gobierno no aguantará más de un año en la forma que está manejándose, es lógico que en algún momento explotará la bomba que nadie ve, pero que está dentro de Palacio Nacional.
¿Qué es lo que debe cambiar en Palacio Nacional? – Dejar de utilizar la misma demagogia y populismo que el PRI “de los dinosaurios” utilizaba en las épocas gloriosas del único partido que existía en México.
Ricardo Ortiz Esquivel
Graduated from Moscow State University Lomonosov
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Algo debe cambiar en Palacio Nacional: Demagogia y populismo cotidiano
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