Hay muchas formas de describir cómo mandar al diablo, a volar, a la goma, a la yumba, al carajo y hasta al rancho (últimamente el ingenio del mexicano antepone estos a la muy mexicana expresión de «a la chingada«). Todos estas expresiones pasan de lo chusco, lo llevado, lo regional, lo personal y sobre todo son ya de uso político permanente.
El «mandar al diablo las instituciones» es una frase utilizada recurrentemente por Andrés Manuel López Obrador y tal vez el único compromiso que ha venido cumpliendo a cabalidad.
Ya en su calidad de presidente, ya desmantela y desaparece instituciones, primero las estigmatiza, las señala y las cubre bajo el manto de la presunción de la total corrupción, en una palabra «manda al carajo» muchas cosas, programas y personal, los despidos son evidentes y las razones insuficientes.
Tarde que temprano alguien hará eco a lo de «al carajo las instituciones» y el grito político será… Al carajo el presidente!!!… Las cosas de la Política#FrenteNacionalMX #FelizInicioDeSemana #video #4T #MexicoReflexivo #PoliciaFederal#LoMasVisto pic.twitter.com/Sa7U2OnRC5
— miguel hernandez (@miguelanh) 8 de julio de 2019
Demuestra desdén por las instituciones y por las organizaciones ya sean locales, nacionales e incluso internacionales. Es totalitario el hecho de que sólo su verdad es absoluta, los demás merecen calificativos despectivos y señalamientos sin justificación o comprobación.
Él es la ley, el Estado y el todo; así se conduce y así establece su línea política y de gobierno, la cual es aceptada y adoptada con total docilidad de sus funcionarios. A grado tal de que unos se han mimetizado de manera formal hasta en el discurso cuál manual de comportamiento institucional.
Se arropa en su simpleza de mandar a botar todo y a todos por la vía de la mano alzada en ambientes controlados por sus «siervos de la nación;» ejército que dogmatiza y supervisa los programas clientelares y los cuales son el primer paso de adoctrinamiento, solo él sabe que quiere (al menos eso se espera).
Pareciera que le urge destruir, desbaratar, aniquilar y desaparecer todo lo establecido.
Pretende borrar el pasado, la historia, el presente y sólo dejar su propia huella e historia, es el más neoliberal de los neoliberales, es más de derecha que la derecha misma.
Desdeñar todo y a todos es parte de su esencia, es codependiente de él mismo y sus múltiples personalidades, utiliza símbolos y maneja el discurso de la contradicción.
Interpretarlo es un ejercicio mental que hace caer en las elucubraciones, las malas decisiones y sobretodo en señalar y buscar culpas ajenas, vive su propia utopía y su mitomanía lo hace estar fuera de la realidad, su feligresía lo mantiene activo gracias a la fácil lisonja clientelar comprada por la vía económica, dice tener prisa y lo demuestra por la premura de sus acciones.
Manda a todos a volar, al diablo o al carajo y no está consciente de que a la larga él se puede ir a la yumba con su proyecto (suyo de él) de nación, en sus simbolismos no razona que toda acción tiene una reacción y que al final de cuentas, si no calcula los tiempos, estos lo atropellaran.
La pregunta es si habrá cordura en aquellos que se subieron al barco, ¿habrá motín?, o será él mismo el que provoque que la sociedad se organice y le diga en su proyecto de Revocación de mandato…
¡Pues al carajo el presidente!
Ya se dio una muestra de ello con la renuncia de Urzúa a Hacienda, no soportó más las contrariedades de la #4T.
PD. Su eterna campaña a través de las mañaneras, el cambio del frijol con gorgojo por tarjetas del bienestar para la compra de conciencias con dinero público, la opacidad y el subejercicio disfrazado de ahorro, pueden provocar una escalada de corrupción mayor que la que ataca con el escudo de la honestidad valiente.
Miguel Ángel Hernández Albarrán