La aduana del 2021 está terminando, hay victorias amargas para todos dependiendo de la perspectiva que se le quiera dar, 12 de las 15 gobernaturas son para la alianza gobernante (hasta el momento), 184 de los 300 distritos de mayoría son para morena, PT y el Verde, pero la capital marca una división que refleja a la perfección el escenario político.
Al iniciar este sexenio en 2018 yo argumentaba, ante las acusaciones de los medios tradicionales y de la derecha, que para que hubiera polarización se requería de dos polos de tamaños mínimamente similares y de un espectro político en el que pareciera imposible definirse en medio de ambos ejes, por lo que no consideraba que el país estuviera “polarizado”.
Este 6 de junio cambió no sólo el ambiente político discursivo, sino que la geografía también marca límites terrenales a la división que dentro del surrealismo mexicano imita al Berlín de la Guerra Fría o al mapa electoral de nuestro vecino del norte.
El discurso se ha tornado según los deseos del presidente en dos bandos, ya sea que se lea desde los “Liberales vs. Conservadores” o desde el “Democracia vs. Dictadura” las trincheras han sido cavadas; hoy mismo vivo en una CDMX azul y roja, con un conteo de las encuestas de salida que imitaba a las presidenciales estadounidenses en una barra horizontal para la conquista de 300 distritos entre demócratas y republicanos.
Para el caso específico del antiguo D.F. hay que resaltar el alto nivel de politización de su ciudadanía, una que a nivel nacional es reconocida como la más crítica y de las más participativas, hay que decir que tenía razón el presidente cuando en la mañanera dijo que le atribuye la paliza a morena en la capital a que aquí si se lee The Economist, pero no porque se le lave el cerebro a la gente sino porque…
…no le dejó pasar las fallas a los gobiernos de morena, porque les castigó por su exceso de confianza, por su sectarismo y por la pésima gestión que tuvo Mario Delgado en la designación de candidaturas, porque aquí no se puede insultar al electorado tan fácilmente.
He de llamar estadounización a este fenómeno de polarización de nuestra política nacional y a la falta de otras opciones políticas; polarización tanto en las alianzas de partidos como en la discusión pública que viene manifestándose desde hace un par de años con la sensibilidad a la crítica (si argumentas en contra eres facho, si argumentas a favor un chairo lamebotas), y una falta de opciones en tanto ninguno de los dos bloques recoge las exigencias ciudadanas en materia de derechos humanos, educación, seguridad o grupos marginados.
Las proporciones de la cámara baja cambiaron, quizá no en la forma escandalosa que presume Marko Cortés, pero sí en el hecho de que la oposición obtuvo más escaños y que el aliado de morena se vio debilitado frente un indeciso Verde que anuncia estar reconsiderando la alianza legislativa en San Lázaro.
Este giro en los poderes partidistas, aún bajo reserva, anuncian que la relación 66-34 en favor del gobierno se tornará un 55-45 en favor del presidente; ese simple hecho modifica ya el peso del “otro polo” y nos anuncia una batalla pesada dentro del legislativo.
Pero es que acaso, ¿la polarización es mala para el país? En una democracia mi respuesta sería que no. No hay nada más democrático que el disenso, que los puntos y contrapuntos. Tres grandes victorias nos trajo esta elección intermedia: La enorme participación en comparación con anteriores elecciones intermedias que ronda el 52%; que la política haya penetrado los lugares sacros en donde estaba vetada, como la mesa y la vía pública, y que en los campos abiertos de las redes sociales se marca definitivamente una discusión entre los bandos, es decir que el pueblo polarizado se está de alguna manera politizando también; y por último, la oportunidad de que el triunfo de la oposición en la CDMX como su avance en la Cámara le dé espacio a la tan necesaria autocrítica de morena y del presidente para acabar con los sectarismos, con los insultos en candidaturas y con las necedades extremas.
Existe hoy la oportunidad para que la “izquierda” se dé cuenta de la lección de sus contrarios, que la unidad es fundamental y que ir por separado es jugar de tontos útiles a la derecha.
Están en el cadalso las cabezas de Mario y Alito por su pésima gestión, pero no muy lejos en la fila la idea del actual partidismo se juega la vida por ser tan exclusivo en servir de plataforma para ciertas voces y para cerrarse a escuchar las demandas sociales.
Ahora sí, estamos polarizados, y que bueno, porque ello nos invitará a participar más en lo político, a empujar a nuestras representaciones a dejar de decepcionarnos de la mala oferta política y a crear nuevas agendas y apoyar a nuevos personajes, esta elección, con todas sus irregularidades, ineficiencias y violencia trae consigo el espacio idóneo para definir de qué lado estamos y en qué forma contribuiremos a hacer de nuestra opción política la mejor, la que el país necesita y no a conformarse con lo único que tiene.
¡Que viva la democracia!, ¡Que viva la politización!, ¡Gracias a la polarización!
Alexis Javier Esperanza Reyes
Ciencia Política y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Twitter: @JavierEsperanzz
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